jueves, 26 de enero de 2017

Las memorias de Françoise Hardy

Cuando apareció en Francia, la autobiografía de Françoise Hardy, Le désespoir des singes...et autres bagatelles (Robert Laffont, 2008), título extenso y misterioso con referencias a un parque próximo al domicilio de la cantante, la plana mayor de al crítica se deshizo en elogios para lo que parecía de entrada otro volumen cosido de trivialidades y lugares comunes de una intérprete de variétés, ese término francés que sirve para etiquetar la música más ligera y popular. Nada más lejos de la realidad. Las memorias de aquella adolescente que encandiló  a medio mundo a principios de los años sesenta cantando al amanecer de los jóvenes ofrecían un penetrante autorretrato carente de pudor en una artista que siempre había mostrado una imagen de discreción y elegancia. Al descubierto quedaban en el texto sus heridas más dolorosas, así como las profundas cicatrices de una vida vivida sin tapujos. Desde el amor fou e imposible que sintió al lado de Jacques Dutronc a sus relaciones de amor-odio con su madre, a la que ayudo a morir al practicarle la eutanasia. El libro, todo un éxito, sobrepasó los 300.000 ejemplares. Las memorias llegan en español con el título La desesperación de los simios...y otras bagatelas a cargo de Expediciones Polares, en la traducción de Felipe Cabrerizo - y con prólogo de Diego A. Manrique-. El resultado suma cerca de 400 páginas en las que la cantante desvela los casi siempre desgarradores pasajes de su vida, a veces con la precisión del bisturí de un entomólogo y otras, haciendo gala de frialdad o, directamente, indiferencia, como cuando narra desapasionadamente la pérdida de la virginidad. Hija de un padre ausente y homosexual, que aparece puntualmente como un fantasma, y de una madre posesiva, creció junto a una hermana aquejada de una terrible esquizofrenia. La pequeña Hardy encontró en la música un escape vital, que, con el tiempo, devendría en profesión. Aquel oficio terminó convirtiéndose en una especie de prisión dorada para una artista, como ella misma confiesa, que nunca se ha sentido "animal escénico". Retirada de las actuaciones desde finales de los años sesenta, sigue componiendo y editando álbumes que la revelan como una artista sensible y dúctil más allá de la ola ye-ye de sus primeros tiempos....
Carles Gámez. Valencia. El País, jueves, 19 de enero de 2017

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