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Fotograma de Las inocenttes |
Es una historia brutal sobre el lado oculto de la guerra, que en si misma ya es un paradigma de la brutalidad humana. Y aunque Las inocentes recrea un caso real acontecido en agosto de 1945, cuando ya la Segunda Guerra Mundial había finalizado oficialmente, es bien sabido que abundaron dramas como el ocurrido en un convento próximo a Varsovia, en donde varias de sus monjas fueron violadas y asesinadas por las tropas soviéticas camino de Berlín, y las que sobrevivieron afrontaron sus embarazos colisionando con sus votos, creencias y convicciones morales. A eso sumaban la vergüenza pública a la que se exponían de trascender al exterior lo ocurrido en el recinto. Sobre esos materiales, la directora francesa Anne Fontaine, junto a su equipo de guionistas, afrontó el doble propósito de la inexcusable contribución a la memoria histórica y al tiempo, ahondar en los numerosos dilemas morales en juego, sin excluir la periferia personal, sentimental y ética, de la propia protagonista, esa joven médica de la Cruz Roja, movilizada para la repatriación a Francia de sus paisanos heridos. Cuando recibe un aviso de socorro para recorrer varios kilómetros en la noche y acudir al centro religioso, no espaeraba encontrarse ante un muro de silencio que deberá superar para afrontar su juramento hipocrático, al tiempo que aliviar el dolor físico y moral de sus pacientes. Aunque Fontaine ya tiene en su haber una docena de largos desde 1997, que acreditan su solvencia narrativa, no había logrado congeniar hasta ahora forma y contenido con la sobriedad demostrada aquí. Aplicando la lógica cinéfila, es posible que una autora nativa elevara a mayor altura y profundidad las claves autóctonas vetadas a una foránea por pura lógica. Pese a eso, resulta un fil elegante, verosímil y también intenso. Un tipo de cine cada vez más (injustamente) expulsado de las carteleras, pese a su no renuncia a entretener. Fue premio Fipresci en la pasada Seminci e incluso ganó el festival de Jerusalén. Puede que no sea mucha gloria, pero certifica su notable condición.
Miguel Anxo Fernández. La Voz de Galicia, lunes, 2 de enero de 2017.
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