La vieja sede de la Biblioteca Nacional de Francia, conocida como Richelieu por una de las calles que la rodean, abrió sus puertas a los franceses el sábado y el domingo, 14 y 15 de enero. Era una oportunidad única para contemplar salas ya renovadas y otras aún en restauración. Pese al vientecillo gélido y a la lluvia, la ciudadanía guardó horas de cola para descubrir uno de los tesoros de la República. No se trataba de ver libros sino arquitectura. El grueso del patrimonio fue trasladado en 1995 a la nueva sede, llamada François Mitterand pero conocida con la muy descriptiva apelación de Très Grande Bibliothèque, por tratarse de la mayor del mundo. Cosas de la grandeur. Se trata de un conjunto de edificios en forma de ele, como libros abiertos, a orillas del Sena. Allí están casi todos los 14 millones de tomos, el registro, el material microfilmado y las actividades burocráticas. Pero la antigua biblioteca cerca de la Bolsa, se quedó con la magia, con los atributos que solemos atribuir al paraíso de los bibliófilos: bóvedas, columnas, maderas nobles, grandes espacios rasgados por rayos de luz . Y con unas cuantas joyas. Citemos por el momento, sólo un par de ellas: el manuscrito de Los Miserables, de Victor Hugo, y el de Viaje al fin de la noche , de Louis-Ferdinand Céline. El presidente de la República, François Hollande, inauguró el jueves pasado la renovación de la sala de lectura construida en 1868 por Henri Labrouste. Se trataba del primer tramo de una obra puesta al día que debería concluir hacia 2020, con un coste total de 250 millones de euros. A Labrouste le gustaban las pompas imperiales (fue el diseñador de la tumba de Napoleón en Les Invalides) y las construcciones metálicas, lo que generó una sala que podía considerarse, de cierta forma, la más hermosa estación ferroviaria del siglo XIX. Sin trenes, pero con mesas y anaqueles. Lo que en su momento debió fascinar por su modernidad embelesa ahora por su ambiente intemporal. Los murales con imágenes de bosques, las cúpulas trenzadas en el techo altísimo, las columnas y los pupitres han renacido perfectos y resplandecientes....
Enric González. París, corresponsal. El Mundo, martes 17 de enero de 2017.
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