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El sacrificio de Isaac de Caravaggio |
A propósito de La Sapienza (2014), su anterior largometraje de ficción que reivindicaba el barroco místico de la arquitectura de Borromini frente al barroco racional de Bernini, Eugène Green tuvo ocasión de subrayar la línea de filiación entre su particular poética cinematográfica y la concepción de lo divino característica de un periodo artístico que le fascina. En el arte barroco Dios está oculto, pero deja sus rastros, como esa luz que baña el cuerpo alarmado del hijo en El sacrificio de Isaac de Caravaggio, pintura que ocupa un papel central en Le fils de Joseph, último trabajo del cineasta y primera de sus películas con estreno comercial en nuestro país. El cine de Green busca la revelación de lo trascendente en lo cotidiano y su estrategia pasa por una particular reapropiación de mecanismos bressonianos, como el vaciado dramatúrgico de las interpretaciones, el gusto por las composiciones planas y una planificación austera. No obstante conviene apuntar para quien no conozca la obra de este excéntrico neoyorquino que encontró su casa en la cultura francesa: en Green hay juego, luz y una ligereza que uno jamás encontraría en el severo cine de Bresson. En Le fils de Joseph, una de las obsesiones del director da pie a una comedia sobre paternidades electivas e impugnadas que somatiza de manera lúdica y consecuente un rico repertorio de ecos bíblicos. De paso, Green satiriza la frivolidad de los cenáculos literarios y rueda una juguetona secuencia de adulterio como si Bresson y Lubitsch se fundiesen en un hijo díscolo de la nouvelle vague. Lejos del cinismo y la gravedad, Green demuestra que le basta con una cosa para transformar la realidad visible: una mirada.
J.C. El País, viernes 13 de enero de 2017
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