lunes, 21 de agosto de 2017

La línea de la victoria y de la derrota

Fotograma del film Cézanne y yo
Cézanne y yo. Paul Cézanne era una anomalía de objetividad dentro de la subjetividad del impresionismo. Mientras sus compañeros de generación, con los que solía andar a la gresca, optaron por la impresión de la obra única, él aspiraba a la ausencia de mediación, a la eternidad del objeto. Émile Zola, observador y experimentador era el capitán del naturalismo, y concebía que "las únicas obras grandes y morales son las obras de la verdad". Cada uno en una vertiente artística, venían a decir lo mismo. Quizá porque eran grandes amigos, quizá porque habían crecido juntos, vivido lo mismo, amado lo mismo, incluida una mujer: Alexandrine, Gabrielle Méley, modelo del pintor, esposa del escritor. Hasta que un libro los separó. La película francesa Cézanne y yo se adentra en esa amistad, poderosa, volcánica, sincera, desde su encuentro, apenas siendo unos críos de batalla colegial en el recreo, hasta (casi) su muerte. Una obra que a pesar de la esencia de ambos artistas, apenas raya la superficie de su genio, de sus pasionales existencias, más por un problema de forma que de fondo. A la película de Danièle Thompson le sobran academicismo y limpieza y le faltan valentía, crueldad, tremendismo. Los de sus personajes protagonistas. Es una película curiosa porque presenta aspectos puede que desconocidos de dos genios siempre interesantes. Pero apenas roza. Nunca duele. "Ya no lees mis libros, los juzgas", dice Zola a Cézanne cuanto éste se ve a sí mismo en el fracasado pintor Paul Lantier, el ambiguo personaje protagonista de La obra (1886). Los escritores, demasiadas veces vampiros de las vidas que los rodean. "La literatura no es la verdad. Una novela no es verdad", defiende Zola, contradiciendo en cierto sentido sus postulados básicos...
Cézanne y yo tiene a dos excelentes intérpretes: Guillaume Gallienne y Guillaume Canet, capaces de penetrar con energía en la rabiosa existencia de dos amigos que desfilaron por la fina línea que separa la victoria de la derrota. En la vida y en el arte.
Javier Ocaña. El País, viernes 18 de agosto de 2017

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