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Fotograma de Valerian y la ciudad de los mil planetas |
Unos instantes antes de que se apaguen las luces y salten las primeras imágenes de su última película, Valerian y la ciudad de los mil planetas, su director, Luc Besson (París 1959), aparece brevemente en la sala de proyección y, casi con aire cohibido, saluda a la decena de periodistas allí congregados, a los que manifiesta su deseo de que les guste la película que se disponen a ver. Una película que no es un film más en su extensa carrera. Una película que retoma un sueño de infancia. Una película que es un monstruo, y no sólo por las múltiples criaturas galácticas que habitan el universo Desson. La aventura galáctica ha supuesto siete años de trabajo y más de 2.000 personas se han visto implicadas en este proyecto que él mismo define como imposible. Un filme que ya se ha convertido en el más caro de la historia del cine francés y con el que se juega no solo su prestigio, sino, quizás, poder llevar adelante otros proyectos tan inverosímiles en el futuro. Como una segunda parte de Valerian que, cuenta, ya tiene escrita. "Valerian forma parte de mi infancia, lo descubrí a los 10 años. Vivía bastante lejos de París, había una sola cadena de televisión, no había Internet, así que la historia de dos agentes en el espacio me abrió los ojos, marcó mi infancia y más. Pero la idea de hacer una película vino mucho más tarde. Fue gracias a Jean-Claude Mezières, el dibujante de Valerian, que fue el primero que me dijo ¿por qué no haces una película? No se me había ocurrido. Me lo dijo hace 20 años. Si he esperado tanto fue porque la tecnología no estaba lista. Hizo falta esperar a Avatar para que fuera posible. Y yo tampoco estab listo, no tenía suficientes conocimientos y, quizás tampoco suficiente valor. No me sentía aún capaz de hacerlo, hasta que un día me dije: hala, vamos a ello"...
Silvia Ayuso. París. El País, viernes 18 de agosto de 2017
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