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Una muestra en la Tate Modern reúne las obras que maestros como Monet o Pissarro realizaron en su estancia en Gran Bretaña. Las casas del Parlamento de Westminster sede del poder en el Reino Unido, deben su imagen probablemente más famosa a la visión de un extranjero con pasaporte francés. Claude Monet convirtió ese palacio a las orillas del Támesis en un obsesivo y multicolor objetivo artístico que encabeza una exposición en la Tate Britain londinense dedicada a los trabajos de un grupo de artistas galos exiliados temporalmente en la capital británica. Hoy los reconocemos en sus nombres como integrantes del movimiento impresionista precursores del arte moderno. "Cualquiera pensaría que nunca ha habido pintores en París", escribió el crítico de arte Théodore Duret en 1872, a raíz de la huida masiva de miles de nacionales, entre ellos muchos artistas, de los estragos de la guerra franco-prusiana que había arrancado un año antes. En aquella época ninguno tuvo que afrontar las restricciones que hoy en día se temen tantos ciudadanos europeos en la era del Brexit: todos fueron acogidos sin más por los prósperos británicos, dispuestos a abrazar las influencias externas que sumaban enteros. En su desembarco buscaron el amparo de las redes establecidas por otros expatriados, al tiempo que comenzaban a tantear un paisaje urbano y social muy distinto del propio y acabaron explorándolo en una variedad de trabajos. Un centenar de obras conforma el relato que la Tate Britain traza sobre esos artistas refugiados bajo el título Impresionistas en Londres, hasta el 7 de mayo de 2018. De la fijación de Camille Pissarro por el perfil rural de los suburbios de la capital o el trazado urbanístico de casitas pareadas a los cuadros en los que Jacques Joseph Tissot retrata los juegos sociales de las clases británicas más pudientes, pasando por la fascinación común del mismo Pissarro, de Alfred Sisley y sobre todo de Monet por lo que acontecía en la ribera del Támesis y su envoltura nebulosa... Lejos de la luz que tanto inspiró a los impresionistas en su Francia natal, Claude Monet se dejó seducir en su corto exilio por la perenne niebla londinense de entonces y los efectos atmosféricos en el Támesis. Muchos años más tarde, el casi sexagenario y ya reconocido artista, quiso regresar de nuevo a esas "impresiones del pasado". Durante tres inviernos consecutivos (1899-1901) se instaló en el hotel Savoy para consagrarse a un recorrido por aquel río a través de una serie de lienzos en los que trabajó simultáneamente, y entre los que sobresale la colección centrada en las casas del Parlamento de Westminster. El despliegue de la Tate Britain ha conseguido reunir seis de los cuadros de ese grupo, hoy dispersos por Estados Unidos, Francia y Alemania, en el que es el punto más fuerte de la exposición. Su autor eligió para concluirlos el año 1904 en que Gran Bretaña y Alemania firmaban el fin de sus escaramuzas y conflictos con la Entente Cordiale. Todo un simbolismo.
Patricia Tubella. Londres. El País, 6 de noviembre de 2017
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