sábado, 18 de noviembre de 2017

Le Havre bulle de cultura

No se parece a ninguna otra población de Francia, recordando más a Brasilia o a Chandigarh,  la ciudad que diseñó Le Corbusier en la India. Y ahora, cuando celebra sus primeros 500 años, su alcalde Edouard Philippe quiere darla a conocer al mundo a través de un ambicioso programa cultural. No debe ser casualidad que este hombre visionario haya sido nombrado Primer Ministro por el nuevo presidente galo Emmanuel Macron. Entre sus logros destaca haber transformado esta pequeña metrópoli de Normandía de apenas 175.000 habitantes, en una de las ciudades más curiosas e intrigantes del país, un lugar que sin duda vale la pena descubrir. Al contrario de otras muchas urbes cuenta con un certificado de nacimiento. Se sabe con certeza que fue fundada el 8 de octubre de 1517 como Franciscópolis en honor a su fundador Francisco I, aunque muy pronto todo el mundo la conocería como Le Havre de Grâce (El Puerto de Nuestra Señora de Gracia) y, ya en época moderna, simplemente como Le Havre. Su situación en la desembocadura del Sena no puede ser más estratégica, al ser un río navegable que comunica directamente con París y al mismo tiempo encontrarse en la costa atlántica, abierta a múltiples influencias y al comercio marítimo con el resto del mundo. Después de más de cuatro siglos de prosperidad y de haber inspirado a Claude Monet su emblemático cuadro Impresión, sol naciente (1872) que daría nombre al Impresionismo, su historia dió un vuelco cuando, entre el 4 y 5 de septiembre de 1944, tanto su puerto como su centro histórico fueron totalmente destruidos por la aviación de las Fuerzas Aliadas. Pero tal como le ocurrió al Ave Fénix, renacería de sus cenizas convertida en una ciudad contemporánea modelo que, en 2005, sería declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco. Los motivos: ser un ejemplo excepcional del urbanismo posterior a la II Guerra Mundial y su explotación novedosa del potencial del hormigón, teniendo como máximos artífices a los arquitectos Auguste Perret y a Oscar Niemeyer. Pero necesitaba de un demiurgo que la diera a conocer. Y parece que lo ha encontrado en Jean Blaise, uno de los grandes animadores de la cultura francesa, al haber revalorizado la absoluta originalidad de su espacio urbano, proponiendo cuatro paseos a través de los cuales se puede descubrir lo mejor de Le Havre y las espectaculares instalaciones que se han encargado a una veintena de artistas para enfatizar aún más sus atractivos...  
Javier Mazorra. El Mundo. 31 de octubre de 2017

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