domingo, 20 de enero de 2019

Ellas fueron más que musas

Pablo Picasso y Dora Maar
En el año que ahora empieza, las musas de los grandes pintores del siglo XX invadirán las salas 
de los mayores museos del mundo. Lo harán por derecho propio, despojadas de una pegajosa y reductora etiqueta que las suele reducir a un papel pasivo, lo que casi nunca se ajusta a la realidad de los hechos. Así lo intenta demostrar Modern Couples una exposición en el Barbican de Londres centrada en los binomios sentimentales, pero también artísticos, que formaron personajes fundamentales del arte del siglo pasado, como Frida Kahlo y Diego Rivera, Gala y Salvador Dalí, Sonia y Robert Delaunay, Nadja y André Breton, Man Ray y Lee Miller o Pablo Picasso y Dora Maar. A la vez la Tate Modern expone una gran retrospectiva  sobre el arte textil de Anni Albers, la tejedora de la Bauhaus, tantas veces eclipsada por la reputación de su marido, el artista y profesor, Josef Albers. "Estas iniciativas subrayan las influencias recíprocas y la realización conjunta de ciertas obras, pero también recuerdan que hubo muchas mujeres que se quedaron en la sombra", señala la jefa de artes visuales del Barbican, Jane Alison. "No se trata de decir que en todos los casos, ellas fueron artistas tan importantes como sus maridos, pero sí que no fueron personajes insignificantes. Queríamos demostrar que el arte no es el resultado de un genio solitario y masculino".
Cuando esas muestras terminen a finales de enero, otras similares tomarán el relevo. En junio la propia Tate centrará su atención en Natalia Goncharova, esposa del pintor  Mijail Lariónov, figura de las vanguardias rusas. En Berlín la Alte National-Galerie expondrá la obra de  Sabine Lepsius, esposa del retratista Reinhold Lepsius y una de las primeras mujeres que fueron admitidas en la Academia de Bellas Artes hace un siglo. Dora Maar, compañera de Picasso entre 1936 y 1943, protagonizará una muestra en El Centre Pompidou de París que se centrará en su trayectoria  como pintora  fotógrafa y escultora francesa, menos conocida por los avatares de su relación con el artista malagueño. El año pasado una exposición en el Museo Picasso de la capital francesa ya sostuvo que la fotografía surrealista de Maar jugó un papel fundamental en la concepción del Guernica.
Por su parte, la escultora Camille Claudel murió en 1943 en un manicomio, obsesionada  por el tenaz menosprecio de Auguste Rodin, su antiguo maestro y (adúltero) compañero. Ahora, un nuevo museo dedicado a su obra en Nogent-sur-Marne, a un centenar de kilómetros de París, la desvincula de la herencia del escultor u apuesta por una tesis novedosa: que él la influyó tanto como ella a él.
Durante la mayor parte del siglo XX se consideró que la vida sentimental de los creadores no era un asunto digno de estudio académico, argumento que llegaría su culmen con la llamada "muerte del autor" en la teoría literaria. Pero, en las últimas décadas, muchos historiadores del arte se han enfrentado a esta noción. Entre ellos se encuentra la francesa Emma Lavigne, que dirige el Centro Pompidou-Metz, delegación del museo parisiense en la capital de Lorena, y máxima impulsora de la exposición  que ahora se puede ver en el Barbican. Lavigne lleva años investigando "la importancia  de los afectos en la producción artística". "Detrás de esas grandes figuras, expuestas sin cesar en museos de todo el mundo, suele haber figuras olvidadas con las que establecieron diálogos fecundos y que terminaron provocando bifurcaciones  en la historia oficial de los ismos ", opina Lavigne, partidaria de una lectura de la modernidad más amplia de la que ha imperado hasta hace poco...
Álex Vicente. El País, domingo 13 de enero de 2019

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