viernes, 11 de enero de 2019

Dom Pérignon y el rock and roll

La cabeza es un cuarto trastero de supersticiones, que empeora en los días señalados como del cambio de año. Algunas de las ceremonias para atraer al buen baji son esas de poner oro en la copa de champán, además de besarse a las 12 de la medianoche y llevar ropa interior de color rojo.
Ese culto afrancesado al champán se confirmó hace unas semanas en Barcelona cuando Loquillo volvió a cantar: "Me gustan las chicas /que por condición /necesitan tiempo y dedicación/elegantes y bonitas,/con liguero de Dior/Chanel, cocaína y Dom Pérignon".
La canción es de 1986, cuando los Trogloditas, y estalló en el Palau Sant Jordi para cerrar la gira de 40 años de rock and roll. Es que, ya que a los españoles no se les permite ser patriotas, acabaremos siendo chauvinistas. Dior, Chanel y Dom Pérignon levantan las fiestas y los sabaneos; los franceses han logrado que sus productos, especialmente el champán, sean uno de los símbolos de faire l'amour y la versión efervescente de La Marsellesa.
La Pompadour justificaba su afición por el champán diciendo que el diablo rubio era el único que la mantenía bella y Marilyn Monroe parece que declaró:"Yo no bebo alcohol. Yo solo bebo Dom Pérignon". No estoy seguro de que Orson Welles se emborrachará con champán; yo lo seguí una noche por los bares de Madrid y le daba a la priva con vino caliente, entre la estupefacción de los camaretas. 
Los franceses dicen que Voltaire desayunaba con ostras y champán y el escribió sobre "un vino efervescente, cuya espuma/con tanta fuerza su tapón expulsa/ que al lanzarlo hacia arriba en raudo vuelo/genera entre nosotros, tal revuelo que,/por ser vino burbujeante, /es de Francia, la imagen más brillante".
El champán, cuyos cañonazos hemos oído estas noches, brilló en las cortes y en los cabarés, especialmente en la Belle Époque, como cuenta mi gran amigo Serafín Quero, profesor de Lengua en la Universidad de Dresde...Por Serafín Quero sabemos que fue Napoleón uno de los publicistas del vino del diablo al sentenciar que era "merecido en la victoria y necesario en la derrota". Y Heine lo cantó: "Mi padre fue un zoquete, templado y receloso;/mas yo el champán apuro, y sé un monarca ser.(...) Me dicen los doctores:"No bebas", mas yo bebo" .
Raúl del Pozo. El Mundo, jueves 3 de enero de 2019.

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