viernes, 4 de enero de 2019

Nadia Boulanger: maestra de maestros

Nadia Boulanger
Leonard Bernstein, Daniel Barenboim, Aaron Copland, Igor Markevich, Yehudi Menuhin, Astor Piazzolla, Philip Glass o Quincy Jones tenían en común haber pasado a la historia de la música del siglo XX. También compartieron otra cosa: en algún momento de sus vidas recibieron clases o enseñanzas de Nadia Boulanger, la maestra de todos esos maestros y de algunos más, que murió en París con 92 años, en 1979. 
La lista da cuenta de que, ante todo, esa mujer clave en la música de su tiempo gozó de un privilegiado radar para detectar talento. Bruno Monsaingeon (París, 1943), músico, cineasta y escritor, tuvo el privilegio de acercarse a su magisterio. Lo descubre en Mademoiselle. Conversaciones con Nadia Boulanger (Acantilado), testimonio que muestra a esta figura insólita, entregada al arte y a la enseñanza, desde su estudio parisino encapsulado en otra época, pero atento a su presente y a las variaciones del futuro.
Cada jueves, a finales de los sesenta, los recibía de dos a seis de la tarde en su casa. Monsaingeon era un joven violinista curioso que compenetraba su carrera de intérprete con la de comunicación. Grabó y rodó varias de sus conversaciones -como también hizo con Glenn Gould (Acantilado publicó un libro de esa relación en 2016) o Sviatoslav Richter entre otros- y de ellas sacó una serie documental, unos cuantos programas radiofónicos y este libro que aparece ahora en España. "En total anduvimos metidos en proyectos comunes casi 10 años", asegura el autor.
El reguero de conexiones que Nadia Boulanger estableció a lo largo de su vida la convirtió en leyenda. "Verla entrar en las salas de conciertos era una experiencia. Lo hacía de forma majestuosa. Muchos se acercaban a saludarla y quedaban atentos a su juicio", dice Mon- saingeon. Toda ella ataviada de negro, resultaba un complejo entramado de sabiduría, curiosidad  y cruces con figuras  de las que supo extraer y aportar a la vez un juicio eminente.
Fue alumna de Gabriel Fauré, compañera de estudios de Ravel, amiga de Paul Valéry, Manuel de Falla y Stravinski...Por sus manos y ante su metrónomo pasaron en plena Guerra Fría rusos y estadounidenses, judíos de la diáspora, españoles exiliados, franceses, alemanes, italianos o latinoamericanos hasta conformar una lista que reflejaba todo el cosmopolitismo posible en la geografía del momento, con París como capital de muchas cosas. Entre el piano y el órgano pegado a la pared, impartía sus clases proverbiales...
Jesús Ruiz Mantilla. Madrid. El País, jueves 3 de enero de 2019


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