Laurence debray, autora de Hija de revolucionarios. Efe |
En realidad, la tensión entre padres e hijos es el gran tema de nuestro mundo, casi siempre en la misma dirección : cada generación llega con un deseo de transgresión contra sus mayores. Bernarda Alba, el padre de Kafka, el de Roth, el de Amos Oz... Padres castradores, tiránicos, incapaces para el afecto y demás tesoros. Pero, como pasa con todos los moldes, hay un negativo de la foto, una versión en la que los hijos llevan vidas más conservadoras que sus padres. Los chicos de la revolución, en su afán por vivir libremente, dejaron a sus hijos una sensación de orfandad. Ahora, sus niños, los vástagos del 68 y la contracultura llegan a la edad de contar su vida.
Hija de revolucionarios, de Laurence Debray (Anagrama), ha sido la gran aportación al género de esta temporada. "Mi libro ha gustado a los de la edad de mis padres", cuenta su autora. "Supongo que hay algo generacional". El revolucionario del título, el padre de Debray, es Régis Debray, el periodista francés de burguesísima familia que se adentró en el castrismo y fue amigo de Fidel. En 1968 fue detenido en Bolivia y pasó un año preso. A menudo se ha dicho que Debray delató al Che; su hija lo desmiente. Cuando volvió a Francia se convirtió en asesor íntimo de Mitterrand. Laurence mientras creció entre Sevilla y París, viviendo a veces como una niña rica y a veces como una niña pobre. Nunca ha conectado del todo con su padre.
¿Y eso por la política? "Mi padre hablaba de Klaus Barbie y yo quería una barbie. Hablaban del Tercer Mundo y yo quería que me cuidaran". Duda: si Régis hubiese sido gaullista, ¿no hubiera sido el mismo padre errático? "Quizá. Puede que compensase un malestar´muy íntimo con la política. Que se rodease de gente como una manera de esconderse de sus problemas. Quizá le pase a muchos políticos. Lo planteo como pregunta no como certeza"...
Luis Alemany y Philipp Engel. El Mundo, domingo 6 de enero de 2019
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