sábado, 12 de enero de 2019

La Francia que nadie vio venir, 2

"El país se ha vuelto ingobernable. Es la conclusión un poco desesperada a la que llego". Desde su despacho de la editorial Gallimard, en París, donde dirige la revista Le Débat, el filósofo Marcel Gauchet observa las convulsiones francesas y emite su diagnóstico. Autor de volúmenes de referencia como La revolución de los derechos humanos, acaba de publicar Robespierre. L'homme qui nous divise le plus (Gallimard), un ensayo sobre una figura fundacional de la Francia moderna, a la vez apóstol de la Declaración de los Derechos del Hombre y tirano sanguinario del Terror.
Uno de los rasgos de la revuelta de los chalecos amarillos ha sido su violencia. En París nunca ha convocado más de 10.000 personas y en toda Francia, no más de 300.000, pero fue cuando se incendiaron coches y destrozaron comercios en el centro de la capital cuando el Gobierno empezó a hacer concesiones. "Hay un imaginario revolucionario que sigue siendo muy fuerte. Es una constante en la vida política francesa. A quien no rompe nada no se le toma en serio".
Gauchet teorizó hace tres décadas sobre la llamada "fractura social", término que ha marcado muchos de los debates sobre los chalecos amarillos desde las primeras protestas a mediados de noviembre. "Si nos remontamos a las raíces de estas fracturas, hay una causa: la proyección sobre el territorio  de las fracturas globales ligadas a la mundialización. La desindustrialización ha golpeado regiones enteras que se encuentran en estado ruinoso".
La novedad es la elección de Emmanuel Macron en las elecciones de 2017. "Macron fue elegido a causa de la descomposición del sistema político. Dio expresión al descrédito de los partidos políticos", explica. "Logró ganar con la promesa de escuchar a la sociedad. Pero no solo la incumplió sino que hizo lo contrario". Y, además, quiso "hacer de presidente", sostiene. Es decir, impostar el aspecto monárquico de la institución, actuar como un presidente-rey.  No entendió que "en la tradición francesa, un rey, es un árbitro: su función es obligar a los gobernantes  a escuchar a los gobernados". "Cuando la gente le acusa de ser el presidente de los ricos, sobre todo le reprochan que no sea el árbitro entre los ricos y los pobres", observa. El resultado es que no ha acabado de tomarle la medida al cargo...
¿La solución? Macron podría cambiar. "Es joven, plástico, no está encerrado en las rutinas del poder". Pero resolver la crisis de los chalecos amarillos será más complicado. "Mejorad nuestro destino". Se habla mucho de la cólera, pero lo que hay es sobre todo una demanda dirigida al poder. Pero, ¿cómo mejorar la vida? La cuestión que se plantea es inédita. Se pueden tomar medidas puntuales. Pero, ¿y después?...Ni siquiera es una fractura social : es una fractura moral entre personas que no tienen nada que decirse. Nunca habrá un consenso. Y es así como Francia se ha vuelto ingobernable.
Marc Bassets. París. El País, domingo 23 de diciembre de 2018

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