sábado, 30 de noviembre de 2019

Saint-Nazaire. En busca del oro bretón

Saint-Nazaire
Su situación privilegiada en el estuario del río Loire, de cara al Atlántico, sirvió para que aquel pueblo al oeste de Francia de apenas 1.000 vecinos a mediados del XIX subiera como un suflé hasta convertirse, en pocos años, en una ciudad moderna de 30.000 habitantes. La llamaban entonces la petite Californie brtonne. Y es que, además del oro blanco proveniente de las cercanas salinas, a Saint-Nazaire llegó el ferrocarril en 1867, se construyeron dársenas y astilleros, y, sobre todo, Napoleón III le asignó  la primera línea transatlántica que, gracias a los nuevos buques a vapor, enlazaba su puerto con el de Veracruz (México) en poco menos de un mes. El arquitecto Paul Leferme creó, además, un trazado octogonal que se cubrió de hermosos palacetes.
Pero llegó la guerra. Sobre todo, la II Guerra Mundial, cuando los alemanes construyeron en 1941 una base indestructible para sus submarinos protegida por más de 30.000 soldados. Las bombas acabarían destruyendo el 85% de la ciudad. Hubo que reconstruirla entera. Hoy, con más de 70.000 habitantes, Saint-Nazaire es un hervidero cultural y social. Y, además un magnífico trampolín para explorar el territorio fascinante y poco reconocido que la rodea.
Los aliados bombardearon Saint-Nazaire para destruir el nido nazi y arrasaron la ciudad entera, salvo la base submarina (9, boulevard de la Légion d'Honneur). Ni siquiera se pudo demoler aquel monstruo de hormigón una vez acabada la guerra. Así que hubo que buscarle algún provecho. Actualmente, aparte de la oficina de turismo, cafés y centros de arte y música, la antigua base aloja dos reclamos principales. La visita al Escal'Atlantic transporta de forma sensorial a la época dorada de los grandes paquebotes, cuando los 25 o 26 días que duraba la travesía, hacia o desde América, se aliviaban con lujo, banquetes y bailes. Entrar en cambio en el submarino Espadon da un poco de conjoga; aquel tubo estrecho de acero que prestó servicio entre 1960 y 1985 fue el primero en navegar bajo la costra helada del Ártico. Fuera de la base en el puerto, se pueden hacer muchas cosas: visitar el Ecomuseo que narra la historia local en un tinglado portuario o concertar un recorrido por los astilleros...También se puede seguir la ruta de Tintín, pues el dibujante Hergé situó aquí la acción de Las 7 bolas de cristal, plasmada ahora en grandes murales por la ciudad  que acompañan a otros muchos -uno nuevo cada año- encargados por el municipio a reconocidos grafiteros...
Carlos Pascual. El Viajero. El País, viernes 22 de noviembre de 2019

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