miércoles, 13 de enero de 2021

Matisse tras la ventana, 2

De un manual de Frérric Auguste Goupil aprendió que en el arte no hay reglas fijas: se trata de viajar de lo conocido a lo desconocido, "desde la seguridad de una ventana", apunta Verdier. "Lo más importante es la inocencia", escribió él. Su maestro, Moreau le enseñó que la genialidad era una larga paciencia, aunque la vida da un plazo escaso. Matisse tomó nota. Hoy un paño de mármol en la portería del número 19 del Quai Saint-Michel indica donde vivió: un quinto piso con vistas sobre Notre Dame que por supuesto pintó. Allí nació su querida Marguerite, hija de la modelo Camille Joblaud. Picasso tiene en su casa el retrato de la niña de 12 años. Lleva una cinta en el cuello. En los 30 que le hizo Matisse, casi todos esconden la cicatriz de la traquetomía que sufrió siendo niña. 

El gozo de vivir

Con cada bloqueo Matisse abandonaba París. Desde Bretaña escribe:"Solo hay una fórmula para aportar: ser sincero". En su luna de miel descubre a Turner y anota que el comienzo de todo arte es amor. El sol del Mediterráneo llega justo entonces. En Córcega, todos sus amigos califican sus lienzos de "pintados por un impresionista epiléptico". Está naciendo el primer Matisse. La crítica está dividida. Para Félicien Fagus, hace cantar los colores. Para Charles Morice, hace deformaciones inútiles. En julio de 1904 Vollard montra su primera retrospectiva sin éxito. Lo tachan de indeciso. Matisse se escurre y eso incomoda. No es ni puntillista ni neoimpresionista. Sus dudas lo marginan pero también lo construyen. El puntillista Paul Signac lo invita a Saint-Tropez y los colores se convierten en cartuchos de dinamita. Es entonce cuando, en el Salón de Otoño, la sala VII estalla. Para cuando expone Lujo, calma y voluptosidad, ha aprendido que el artista debe crear la forma, no imitarla de la naturaleza. Signac compra ese lienzo. Y Louis Vauxcelles bautiza al grupo cuando los tilda de salvajes: las bestias. Ha nacido el fauvismo. A pesar de que abomina de cualquier teoría, esa clasificación se traduce en ventas. Cuatro años más tarde Vauxcelles acuñará el cubismo. Pero estamos en 1905. Matisse parte hacia Colliure en busca del sol y el Salon des Indépendants del año siguiente regresa con El gozo de vivir, toda una declaración de intenciones. Comienza a viajar por Argelia, Italia, Marruecos y Moscú, y los hermanos Stein compran muchas de las ventanas que hoy se exhiben en los museos norte americanos. Matisse es un pintor clásico que revoluciona. Busca un arte que calme y estimule a la vez. Quiere mirar al mundo desde la ventana y pintar los colores imposibles de todas las horas del día.

Ha encontrado su público. Esas vistas mediterráneas parten también para Moscú, donde estan sus grandes coleccionistas. La I Guerra Mundial le pilla en París. Mirando por la ventana del Quai Saint-Michel retrata la tensa espera de El pintor y la modelo (1917). Expone en Nueva York y Chicago. Sera luego cuando se instale en el hotel Beau-Rivage en el 107 del Quai des États-Unis, aunque termine por mudarse al Méditerranée, en el paseo de los Ingleses. Allí pinta Mujer en un divan. Decenas de pinturas con el mismo mantel, el mismo balcón y las palmeras del paseo de los Ingleses. Niza fue la ciudad de Matisse. La oficina de turismo ofrece una ruta por los lugares que frecuentó. Junto a la última casa, en lo alto de la colina de Cimiez, está su museo, en el antiguo palacio de los Arzobispos de Cambrai...

Anatxu Zabalbeascoa. El País Semanal, domingo 10 de enro de 2021.

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