Eso sí, el escenario del crimen se repite una y otra vez: la ciudad de Toulouse y la región que se extiende al sur de la localidad bañada por el río Garona hasta unos Pirineos que Minier, que creció en una pequeña localidad a los pies de la cadena montañosa, conoce como la palma de su mano. "Me gustan esos autores que tienen su propio territorio ficcional, su universo", explica el escritor con la mente puesta en la ciudad sueca de Ystad, donde habita el inspector Wallander de Henning Mankel, o en Los Ángeles de Michel Connelly y hasta el condado ficticio de Yoknapatawpha de Willian Faulkner.
En el caso de Minier, un lector ávido que se emociona tanto con Thomas Mann como con Jo Nesbo y que devora literatura de todas las épocas y géneros ("soy un cerdo literario", se ríe en un estupendo español), ese universo propio tiene su epicentro en Toulouse, donde estudió dos años de la carrera de medicina antes de dedicarse, durante el cuarto de siglo siguiente, a trabajar como inspector de aduanas. Hasta que el éxito de Servaz que le sobrevino a los 50 años y le ha convertido en uno de los autores más leídos en Francia, le dio una "segunda oportunidad" que no dudó en aprovechar para dedicarse a su pasión desde niño, la literatura.
Minier visita con El País la ciudad rosa, como se conoce a Toulouse por sus edificios de ladrillo visto, una calurosa tarde de principios de junio. No necesita un mapa para mostrar las calles que, libro tras libro, -y en Francia ya son siete las entregas, con una octava en mente-, Servaz recorre tras la pista de asesinos mientras escucha a su adorado Gustave Mahler y piensa en sus fantasmas. Especialmente en su doppelgänger del lado oscuro, el asesino en serie suizo Julian Hirtmann, que gusta matar al ritmo de las Kindertotenlieder de Mahler, reverenciado también por Servaz.
Hermanas es una historia en dos tiempos. Y en dos épocas. Con un solo caso: el de las hermanas Alice y Ambre Osterman, fanes de un escritor belga de novela negra, Erik Lang, brutalmente asesinadas en 1993. El entonces novato Servaz forma parte del equipo que investiga el caso, que se da por cerrado demasiado pronto para su gusto; algo no le cuadra. Un cuarto de siglo después, un Servaz más veterano -y más melancólico y alérgico a lasa nuevas tecnologías- reabre el caso cuando se produce otra muerte relacionada con el mismo escritor...
Silvia Ayuso. Toulouse. El País, jueves 9 de junio de 2022.
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