martes, 21 de junio de 2022

Una roca llamada deseo

Adeline de Monseignat  junto a una de sus instalaciones,
Penelope's Wheel II, 2017
El día en que Adeline de Monseignat (Mónaco,35 años) se enamoró de la escultura comprendió
 también que dedicarse a ella no iba a ser tan sencillo como había pensado. Estaba disfrutando de una residencia artística en Toscana y me llevaron a visitar las canteras de Carrara", recuerda. "Fue una experiencia increíble estar allí, en las tripas de la montaña, con toda esa roca expuesta. Supe que quería trabajar con piedra, pero también me di cuenta de que un trozo de mármol es algo tan precioso que no puedes cargártelo sin más. Tienes que planificar antes".

La artista monegasca había estudiado pintura en Londres hasta darse cuenta de que aquel lenguaje se le quedaba corto. "Por mucho que mejorar mi técnica, no era lo mío. No era mi forma de comunicar", explica. Pasarse a la escultura, sin embargo, no era tan sencillo. Requería técnica, maestros, piedra y espacio. Y todo eso la llevó a México. "Debía de ser 2015, fui a una reunión del Royal College of Sculptors en Londres y estaba charlando con mis colegas cuando se me ocurrió decir que buscaba a alguien que me enseñase a tallar la piedra. Y un tipo levantó la mano y dijo que su madre era escultora en México, y que seguro que estaría encantada de recibirme en su estudio durante algún tiempo y enseñarme su oficio. Era la propuesta perfecta en el momento adecuado. Acepté, claro".

Aquel colega voluntarioso es hoy el marido de Adelina de Monseignat y la técnica que aprendió en México fue el detonante definitivo para una obra plástica que la crítica suele calificar como "misteriosa". "Me interesa esa idea de algo que genera incertidumbre, esté vivo o no, y que suscita una cierta tensión incómoda. Me pareció muy interesante, y me esforcé en dar a mi obra el aspecto de algo vivo.

De Monseignat conversa por videollamada desde su casa en Ciudad de México. En los últimos años su taller ha estado en Studio Block M74, un espacio colaborativo cofundado junto a su marido, el escultor Pablo de Laborde Lascaris. Ahora está ultimando su mudanza a un taller propio adaptado a una producción creciente. Sus esculturas a menudo adoptan formas redondeadas y circulares que evocan un simbolismo hermético y ancestral, como inquietantes deidades abstractas olvidadas bajo la arena.  2Cuando empecé a esculpir fue como romper el cascarón del huevo. Y, curiosamente, esa figura de la cáscara de huevo, es un símbolo recurrente en mi obra ya desde mi época como pintora", afirma. "Siempre me han interesado nociones como la maternidad, la fertilidad, la abundancia, incluso antes de ser madre. Pero no hace falta ser madre para entender esos temas, porque es el origen de todo lo que somos. Me interesan los orígenes. Cuando tengo que poner nombre a una obra, siempre acudo a la etimología".

Ahora de Monseignat es también madre, y su vida se ha visto naturalmente influida por la experiencia. "Tener un hijo es una experiencia muy carnal, en el sentido literal. Cuando das a luz, los médicos te recomiendan practicar el piel con piel con el bebé. Y fue una experiencia alucinante. Es lo que más ha influido en mi obra, porque es justo así como quiero que mis esculturas interactúen entre ellas. De repente me he encontrado haciendo esculturas para otras esculturas, y lo que me interesa es el punto de encuentro entre ambas, el espacio intermedio y la zona de sombra que generan. Es escultura de piel con piel".

Carlos Primo. Design. El País, junio 2022.

No hay comentarios:

Publicar un comentario