sábado, 4 de junio de 2022

En la Costa de Alabastro

Acantilados de L'Étretat

Esta ruta comienza en la llamada Costa de Alabastro, en concreto en el sendero que sigue su contorno a vista de pájaro, al este de la localidad francesa de l'Étretat. El sol junto con las  nubes va dibujando el paisaje que domina estos acantilados, grises a contraluz, increíblemente blancos iluminados por el sol o amarillos al atardecer. No es de extrañar que estos parajes hayan atraído a artistas de todas las disciplinas, no solo pintores, también compositores y escritores han encontrado inspiración en este rincón de Normandía: de Édouard Manet a Claude Debussy pasando por el poeta Guy de Maupassant. Al mirar hacia abajo, los rectos acantilados que a veces terminan en cuevas o arcos van a dar a playas de imposible acceso en días de mar furioso y marea alta. Podemos costear hasta Fécamp en un largo paseo de 17 kilómetros sin apenas desnivel. Allí es donde se encuentran los acantilados de mayor altura, y al ver a lo lejos un paseante  sobre los valiosos cantos rodados o un kitesurf haciendo piruetas es cuando realmente se aprecia su enormidad.

En Fécamp esta el palacio de Bénédictine, donde se produce el licor que lleva su nombre, "el elixir mágico para la salud" creado en el siglo XVI por el monje de la abadía de Don Bernardo Vincelli combinando tipos de hierbas. La visita de su  museo y de la  destilería dan paso a un pequeño taller de iniciación al cóctel; nombres tan sugerentes como Bobby Burns, Mpnk's Sour o Béné Rihna en honor a la caipiriña: lima en trocitos, Dom Bénédictine, hielo, una pizca de sal y a remover. En una pequeña terraza en la primera planta del palacio, con vistas a la fachada principal, cualquier mezcla sabe a gloria.

El museo de Les Pêcheries, de reciente creación y que aúna los antiguos museos de esta ciudad francesa, bien merece una pausada visita. Hay una planta dedicada a los pescadores de la zona que iban en busca del bacalao a las frías aguas de Terranova y cuya travesía podía durar hasta siete meses. A través de relatos íntimos y conmovedores uno puede hacerse una idea de cómo transcurría la vida tanto en alta mar como durante la larga espera en tierra. En la segunda planta está el curioso museo de la infancia y la mayor colección de biberones del mundo, también el llamado "Cuarto de las maravillas", una pequeña sala de rarezas y curiosidades traídas por los navegantes de todas las partes del mundo. Desde su azotea hay una bonita panorámica del puerto de Fécamp: allí el Tante fine sobresale con su madera y su color azul del resto de los barcos, cumplió 60 años en 2021 aunque al navegar en él no parece que e importe el paso del tiempo. El motor ruge para hacer unas maniobras y parece un paseo turístico más, pero antes de salir del puerto los motores se paran y se arrían las velas. Sebastián y Vicent, capitán y ayudante , dan ordenes aquí y allá al resto del pasaje que comienza a tirar de los cabos como si llevaran toda la vida haciéndolo. El barco sale entre los dos faros del puerto rumbo al infinito y ahí se queda navegando, sorteando las olas frente a los acantilados que se van empequeñeciendo...

Cristina Candel. El Viajero. El País, 22 de marzo de 2022.

No hay comentarios:

Publicar un comentario