Eso es lo que plantea el museo Guggenheim de Bilbao en la exposición Serra/Seurat. Dibujos -que se inauguró esta semana y estará abierta hasta el 6 de septiembre-, en la que la mencionada incógnita se despeja enseguida y, para sorpresa del visitante, el diálogo se produce fluidamente y queda claro por qué el artista del minimalismo ha confesado en ocasiones su admiración por el gran pionero del puntillismo.
Lo explica la crítica de arte Judith Benhamou, comisaria del proyecto junto con Lucía Agirre y que habla de aprovechar las paradojas -"cosas contradictorias que nos enriquecen"- que encarna esta muestra, una constatación de cómo no resultan tan ajenos los siglos XIX y XXI, los mundos figurativos y los mundos abstracto y conceptual, en un "arte sin fronteras". Los grandes artistas lo son en todo tiempo y todo el tiempo, insiste Benhamou...
La génesis primera de esta exposición hay que buscarla tiempo atrás cuando Benhamou entrevistó a Serra y este le pidió que lo llevara a visitar a un coleccionista privado que posee el fondo más importante de dibujo de Seurat. Y una vez en aquel apartamento que daba a los jardines del Palais-Royal, eufórico al ver estas obras, proclamó: "Yo quiero hacer eso, eso es lo que quiero lograr". Cuando, con motivo del 25º aniversario del Guggenheim se propuso este proyecto, Serra se volcó de una manera muy personal y ofreció la serie Ramble para tratar de que cohabitase con su gran maestro; era para él un honor pero también un desafío, recuerda Agirre. Así decidió que "su obra estaría junto a la de Seurat, no enfrentada". Ramble es un término que se puede entender como recorrido, pero también, dice Agirre, como "un deambular" por el papel, porque lo que hace Serra es "dejar hablar a los materiales, algo que aprendió de Josef Albers; por ello elige un papel muy determinado, artesano, de tosca superficie, como también había hecho Seurat".
Héctor J. Porto. Bilbao/Enviado especial. La Voz de Galicia, domingo 12 de junio de 2022.
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