miércoles, 8 de febrero de 2023

La mujer es el porvenir del hombre

Louise Glück

La paridad se está haciendo un hueco no solo en los consejos de administraciones, sino también en las artes. En Francia, ahora, no quizás sin razón, se le prefiere a la brillante Simone de Beauvoir al dudoso, al pegajoso, Jean-Paul Sartre. De pronto los esquimales descubren mujeres, poetas inmensas como Louise Glück, o escritoras infinitas como Annie Ernaux, ambas recién premiadas desde la norteña, helada Estocolmo, como si sobre ellas hubiese descendido papá Noël.

Quizás llegara un día, no tan lejano, donde en España descubriremos que Albert Camus no solo escribía teatro, sino que la coruñesa María Casares también lo hacía, lo vivía como nadie. En todo caso, los toreros, los pistoleros y otros bandoleros parecen ahora estar pasados de moda. A veces les torcemos el cuello al léxico, a la gramática, atropellamos cualquier otro verbo en el peatonal, son daños colaterales. Cierto, con razón a los ministros les llamamos ministras, pero quizás algún día nos saldremos de la calzada, y a los poetas les llamaremos también poetos.

Frida Kahlo está ahora en todas partes, la preferimos, a ella la paloma, al elefante, a ese Diego obeso, imponente, cuyos murales se quedan ahora pequeños, fuera de lugar, al lado de los lienzos de ella. La historia es una justiciera, lo arregla todo, incluso cuando uno ya no está en vida, él tan exuberante, tan barroco, tan imponente, y ella tan rota, tan relegada a la trastienda, en ese rol de mujer de Rivera, de amante de Trotski, recluida, postrada en su casa azul de Coyoacán, mientras él hacía de faisán, de pavo real. En un pestañear de décadas, sin embargo, el monumental Rivera se achicó y la diminuta Frida se hizo infinita.

La eternidad puede, pues, hacer milagros, cambiar de sexo y de tamaño. Ellas a menudo evitan caer en la trampa. No buscan perdurar, ni siquiera durar. No declaman, no rugen, no agitan las palas de sus molinos contra todos los vientos. Ellas son Louise Bourgeois empeñada en deshacerse de sus arañas. Ethel Adnan hipnotizada por ese monte californiano que no dejará de pintar hasta el final. Ellas son Paula Rego que no se ha mordido la lengua, Yayoi Kusama que le puso lunares a las calabazas e imaginó habitaciones infinitas. Y así, tozudas, con paciencia, sin dejarse agrietar siguen en su empeño, aunque nadie, ni siquiera la posteridad o sus contemporáneos se percaten de que existen, hasta casi llegado el final. Y así consiguen ganar la partida del tiempo largo, no buscaron los atajos, ni los aplausos, simplemente fueron lo que querían ser. (...)

Hilma Af Klint

A menudo su modernidad ha sido apabullante. El caso de Af Klint es de antología: cuando intentó dar a conocer su trabajo la tildaron de Juana, de loca. La quisieron internar en un manicomio, de modo que tuvo que hacerse el Guadiana, hundirse, esconderse, para pintar... En 2021 el Guggenheim de Nueva York batió todos los récords de visitantes con una antológica dedicada a esta artista absoluta y precursora rotunda.

A menudo, ellas han sido pues recluidas, aniquiladas, silenciadas. Jo, la esposa de Ed Hopper, era más conocida que él cuando se conocieron, y, sin embargo, no queda rastro de su obra, ni siquiera en el museo donde está el legado de su marido...Y algunas se dejaron la vida en ello como Camille Claudel, estudiante, amante, musa, de Rodin, que quedaría recluida hasta su final en un manicomio.

En Francia habrá que esperar a los últimos años del diecinueve para que las mujeres puedan graduarse en Bellas Artes. No podían estudiar ni dibujar un desnudo, y habrá que esperar que llegue Paula Modersohn-Becker, una artista alemana, para que una de ellas, por primera vez, en 1905, se autorretrate embarazada, los pechos y el vientre al descubierto...

Estamos lejos, a mil leguas, de haberlo conseguido del todo, para que el segundo sexo sea el primero, o estén por igualarlo. Para una ajedrecista iraní jugar sin velo es jugarse la vida. Pero deberíamos darle una pensada, si hace millones de años, la fuerza imperaba, para poder comer, matar, escapar. atacar, en el mundo de hoy lo que importa para liderar, mandar, es, cada vez más, saber crear, innovar, y para ello no necesitamos hormonas, ni tampoco aguarrás o testosterona. Las máquinas harán muchas de las tareas vinculadas a la fuerza, pero esa inteligencia, esa emoción del arte quedará fuera de su alcance. Entonces, quizás el poeta francés Aragon, el autor de El loco de Elsa, su obra ambientada en Granada tenía razón: si queremos salirnos de esta, pensemos, actuemos como si la mujer fuera, lo que es, el porvenir del hombre.

Javier Santiso. El País, viernes 20 de enero de 2023.

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