domingo, 5 de junio de 2016

La medialuna sobre el Sena, 2

Es simplemente inverosímil que alguna vez ocurra en Francia aquello que parece profetizar Sumisión, un retroceso tan radical hacia la barbarie del país que entronizó por primera vez los Derechos del Hombre, cuna de las revoluciones que, según Marx, se proponían "asaltar el cielo". y de la literatura más refractaria al statu quo de toda Europa. Pero tal vez semejante pesimismo se explique recordando que la modernidad ha golpeado de manera inmisericorde a Francia, que nunca ha sabido adaptarse a ella por ejemplo, sigue arrastrando un estado macrocefálico que la asfixia y unas prestaciones generosas que no tiene  cómo financiar, al mismo tiempo que el terrorismo se ha encarnizado en su suelo impregnando de inseguridad y desmoralización a sus ciudadanos. Por otra parte su clase política, que ha ido decayendo y parece haber perdido por completo su capacidad para renovarse, no sabe cómo enfrentar los problemas de manera radical y creativa. Esto explica el crecimiento del Frente Nacional y el repliegue tribal del nacionalismo de orejeras que proponen sus dirigentes como remedio a sus males. La novela de Michel Houellebec da forma y consistencia a esos fantasmas de manera muy eficaz y seguramente contribuye a difundirlos. Lo hace con pericia literaria y una prosa fria y neutral. Es difícil no sentir cierta simpatía por François y tantos infelices como él, sobre los que se abate la desgracia sin que atinen a ofrecer la menor resistencia a unos acontecimientos que como diría el buenazo de Monsieur Bovary, parecen "la falta de la fatalidad". Pero todo esto es puro espejismo y, una vez concluida la magia de la lectura, conviene cotejar la ficción con la realidad. 
Mario Vargas Llosa. El País, 29 de mayo de 2016

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