domingo, 19 de junio de 2016

Una noche de junio y de jazz

Hace un año más o menos les contaba cómo había disfrutado en una comida con un pequeño grupo de ex alumnos al que llamamos clase de francés en recuerdo de aquella clase de 2º de bachillerato de 2014. Resultó imposible esta vez, a pesar de varios intentos, encontrar una fecha que nos conviniese a todos. Pero como suele ocurrir, de un proyecto fallido salió otro que no esperábamos, una puerta se cerró, una ventana se abrió. Creo que ya lo he dicho alguna otra vez, es en la formación musical de los alumnos de hoy donde se aprecia un cambio muy notable con respecto al pasado. Cada vez son más los padres que tratan de introducir a sus hijos, desde muy pequeños, en el mundo de la música, en paralelo con el colegio e institutos. Una doble tarea que requiere esfuerzo y dedicación y que no siempre llega a término ya que muchos abandonan. Sin embargo cuando se logra resulta un regalo maravilloso, una compañía para siempre. Uno de los chicos de clase de francés hoy estudiante de enfermería sigue estudiando piano. De las fechas seleccionadas para reunirnos, una coincidía con un concierto de fin de curso de la Banda de Jazz del Conservatorio de la que X. es piano. La decisión fue rápida. Todos, el lunes 13, a las 9, en el Dado- Dada, la cena ya se verá. ¿Se acuerdan del lugar? Ya le dediqué unas líneas cuando les hablé de mi gusto por el jazz. Esa pequeña sala, esa cave parisina, que se mantiene igual que cuando se inauguró en 1980, el año en que llegué a esta ciudad. Un lugar cada vez más entrañable para mí, no sólo por los recuerdos que guarda de tantas noches de mi juventud sino porque, con la excelente idea de haber abierto sus puertas al Conservatorio, a la Escuela Estudio, invitando a las jóvenes bandas de jazz, a las que pertenecen, Xaime, Eloy, Tomás, que fueron mis alumnos,  me ofrece, a mi tercera edad , una tercera juventud.

Stompin' at the savoy, Pink Panter, Samba de uma nota só, All's well in wellington, Satin doll, Strike up the band, The chicken, Donut king fueron llenando de música el pequeño recinto,  la boîte  como decíamos antaño. Xaime me ayuda y me dice con precisión todos los instrumentos que había: batería, chelo, guitarra, piano, congas (en un par de piezas), 4 trompetas, 3 trombones, 5 saxos y en Stompin' at savoy, un clarinete y una tuba. Me gusta ese estruendo de ciertos momentos combinado con la suave melancolía de las melodías. Me dejo envolver en su calidez. Un público familiar y amistoso, entregado, incondicional  cerró la actuación con sus aplausos. 

                                                                                                               

Disfruté igualmente esa noche con las tres chicas del grupo clase de francés, Aldara, Julia y Uxía. Para Aldara fue un descubrimiento y mostró un gran interés, me hizo muchas preguntas tanto sobre la música como sobre la sala, creo que vislumbró un mundo que se le abría...Le hablé sobre Woody Allen, entre susurros, sin tiempo para más, sin tiempo para contarle el origen de esta música que es la de fondo de muchisímas películas, de New York, y también de muchos libros. Una conversación pendiente para nuestra próxima comida. Gracias, queridos alumnos por vuestra simpatía. Gracias por el concierto, por esa lluvia de afecto que sentí.
Cuando salí, ya sola, en el camino hasta el parking, la calle vacía, el mundo exterior seguía. En el breve trayecto hasta casa recupere la música con Mar Egeo uno de los discos del proyecto Refugio del sonido  que acaba de editar El País: Mar Adriático, Mar Egeo, Mar de Libia y Mar Jónico son un homenaje a los niños, mujeres y hombres que han dejado todo, huyendo del miedo, del terror. Una colección inédita de cuatro libros-disco en la que los alumnos de Berklee Mediterranean Institut inter-pretan temas compuestos y dirigidos por Javier Limón. El beneficio se destinará a financiar los proyectos de atención a los refugiados gestionados por Médicos Sin  Fronteras. Las piezas son interpretadas por estudiantes de 20 nacionalidades de la citada escuela americana. Cada canción lleva el nombre de un pueblo de una frontera del sur de Europa.

Me quedé unos minutos en la puerta de casa. El olor del jardín, que, esa noche, era de verano, arrastrando aún los acordes del piano, acentuaba el encanto. Dentro, el debate electoral  sonaba ronco, hueco, plano.... 

Carmen Glez Teixeira

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