miércoles, 1 de junio de 2016

Pasando factura a Hollande

Es duro asistir en vivo, diariamente, a la autodestrucción de la izquierda francesa. Nunca la oposición entre las fuerzas sindicales más importantes, la CGT y la Fuerza Obrera, y un Gobierno oficialmente de izquierda ha sido tan tajante y violenta. Ni siquiera en las peores épocas de los últimos Gobiernos de derecha la situación había sido tan tensa. Es imposible entender totalmente por qué, a unos meses de las próximas presidenciales, el presidente y su primer ministro se empeñan en prolongar esa batalla sobre la reforma del mercado laboral impuesta por Bruselas. Los sindicatos que la rechazan quieren otro texto, con plazos y contenidos menos brutales y más equilibrados. Dentro de la clase política francesa se están considerando los escenarios más sorprendentes: el presidente, al provocar este enfrentamiento sin precedentes en el pasado, ¿está preparando unas elecciones legislativas anticipadas para seguir gobernando con un primer ministro de derecha, sea Sarkozy o Juppé, y volver a presentarse como un candidato de consenso entre la derecha, el centro y un partido socialista recompuesto en torno de su eje más neoliberal? Parece arriesgado, pues la derecha, como se dice en francés, "no le va a servir la sopa" para salvarlo. ¿Puede ser que François Hollande fiel defensor del liberalismo social, lo dé todo por terminado y pretenda dejar huella  como un presidente que hubiera querido una Francia "reformada"? Lo que es seguro es que con esa batalla lo pierde todo: si retira la reforma se desacreditará y si la mantiene parecerá rehén de su primer ministro, Manuel Valls, cuyo objetivo son las presidenciales de 2021. O aún más simple, ¿ninguno de los dos controla la situación actual y Francia ha entrado en uno de esos periodos de explosiones sociales cuyos secretos en Europa, son propios de ella? Dos cosas parecen ahora ciertas: primero, el presidente está politicamente acabado y el Partido Socialista está al borde de una ruptura interna que podría desembocar en una refundación de la izquierda en torno de dos fuerzas: una social-liberal y otra que embarque a un bloque de izquierdas cuyas premisas se ven hoy en las calles.... Segundo: todos los cálculos que unos y otros están realizando no tienen en cuenta, en realidad, que la única fuerza que se desarrolla tranquilamente es el Frente Nacional de Marine Le Pen. Es poco probable que este partido pueda ganar las presidenciales, pero sí podría coaccionar a cualquier Gobierno futuro de Francia, bien participando en él, en caso de victoria de Nicoás Sarkozy, o desde fuera, en caso de la de Alain Juppé (que rechaza gobernar con la extrema derecha). Pero sea cual sea la salida de la situación  actual, Hollande lo tendrá muy difícil para restablecer su credibilidad. Haber sido elegido por defecto en 2012, y con un programa que no era el suyo, le pasa factura ahora.  
Sami Naïr. El País, sábado 28 de mayo de 2016.

No hay comentarios:

Publicar un comentario