Charles Aznavour, el cantante en activo más veterano del mundo, amplía su récord con cada concierto que da, como el de el 31 de enero en Madrid, en el mismo escenario de su última visita el ahora llamado WiZink Center. El autor de La Bohème y Venecia sin tí es un hombre enjuto y jovial que tampoco le da demasiada importancia a nada. Empezando por su longevidad. "No lloro por mi juventud perdida", afirma encogiéndose de hombros. "Prefiero reírme a añorar la juventud". Por eso tampoco quiere ponerse una fecha de retirada."No tengo un limite, así que ya veremos. Todo es posible. Si no puedo andar, me subo en un carrito de esos de movilidad reducida. Si no me acuerdo de la letra, me siento con una mesa y un cuaderno. No voy a ser el primero en ponerlo en práctica: Vinicius de Moraes lo hacía y muy bien, además". Tampoco quiere hablar de secretos ni de fórmulas de longevidad. "Siempre estoy de buen humor. Acepto la vida tal y como sucede. Y vivo el día a día con facilidad, sin plantearme nada en el futuro. No me quejo de la edad que tengo y me entiendo bien con todas las generaciones", formula como si fuesen proverbios aprendidos de sus ancestros armenios. Lo de convocar a públicos de diferentes edades es algo que lleva con especial orgullo. "Debería gustarle a todos los artistas y estos deberían ser capaces de lograrlo. Es un error monumental enfocarse solo a un público de la misma edad que uno. De los ancianos es de quienes más se aprende. Por eso los jóvenes tienen que estar ahí: hay que aprender a dejar cosas de lado pero no todo". Y también presume de pertenecer a una cultura que respeta a la gente mayor. "En Europa hay una línea que separa a los países que dejan de lado a los ancianos de los otros que los integran, los respetan y las jóvenes generaciones cuidan de ellos". ... "Me inquieta la falta de humanidad que veo en la gente". "No tiene ningún sentido que todos estemos en el mismo planeta y la gente se mate por historias de dioses que, en el fondo, son lo mismo. Antes la gente se peleaba por un trozo de tierra y ahora... por cualquier cosa". El, francés de origen armenio con conexiones turcas, georgianas y rusas lo tiene claro: "El problema es que se ignora a las otras culturas, aunque siempre se ha aprendido tantísimo de las culturas diferentes. Hay que felicitarse por estos contactos, no ignorarlos". ....
Darío Prieto. Madrid. El Mundo, lunes 30 de enero de 2017
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