Parece que nos estuviésemos volviendo rematadamente idiotas, discutiendo una vez más sobre la realidad y la ficción en las obras literarias, como si quisiéramos ignorar que todo lo que pasa por el lenguaje se convierte en ficción, ya se trate de una narración muy ficcional o de una aproximación al propio yo. No hay una sola novela de género fantástico o sobrenatural donde no hallemos elementos sustraídos de la vida del autor, ni una sola narración autobiográfica donde no detectemos elementos de ficción, mejor o peor amañados. La nueva novela de De Vigan, Basada en hechos reales, comienza relatando los problemas de sequía literaria que le sobrevinieron tras el éxito de Nada se opone a la noche - también publicada en España por Anagrama-, sequía acentuada por cuantos le censuraban haber hecho un autopsia demasiado descarnada de su madre; aunque yo creo que sus verdaderos problemas se derivaron del escándalo que propiciaron ella y su amante, François Busnel, que la entrevistó en la televisión como si no la conociera, ensalzando su novela y practicando un amiguismo bastante reprobable, que los expuso a ambos al escarnio público. Partiendo de un planteamiento realista e intimista, como en Nada se opone a la noche, De Vigan va construyendo una historia de seducción y abducción en torno a una personalidad tóxica que le debe más a Patricia Highsmith que a Stephen King, dicho sea en su favor. La novela absorbe al lector y le propicia momentos de vertiginosa tensión, si bien nunca llegan a tener la profundidad existencial de su anterior novela De Vigan es dueña de un lenguaje directo y eficaz, pero sus devotos exageran al proclamar sus virtudes, porque la suya no es prosa ni inventiva ni subversiva. Dicho lo cual me apresuro a indicar que nos hallamos ante una buena novela, si bien demasiado tributaria de un género que empieza a hastiar porque se ha convertido en una convención: la novela-realidad, ahora llamada autoficción...
Jesús Ferrero. Babelia . El País, sábado 28-01-17
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