jueves, 25 de mayo de 2017

Dany Laferrière

Dany Laferrière
A los 23 años, Dany Laferrière (Puerto Príncipe, 1953) recibió un soplo que le salvó la vida: los tontons macoutes, los asesinos del sátrapa Jean-Claude Duvalier, iban a buscarle. Salió de Haití con lo puesto hacia Canadá y se instaló en Montreal, en la provincia francófona de Quebec. Aquel joven exiliado se convirtió en un escritor famoso en 1985 con una novela titulada Como hacer el amor con un negro sin cansarse -una demostración de su inmenso sentido del humor, de su desbordante humanidad y de su hedonismo- y ocupa desde 2015 el sillón en el que un día se sentó Alejandro Dumas hijo en la Academia Francesa. Sucedió a Héctor Bianciotti y fue recibido por Amin Maalouf, lo que llevó al académico Jean d'Ormesson a afirmar: "Un francoargentino de origen italiano va a ser reemplazado por un quebequés de Haití, que será recibido por un libanés. Así es la Academia Francesa". Laferrière encarna toda esa diversidad dentro de una misma lengua. Antes de consagrarse, desarrolló todo tipo de trabajos, desde obrero en una fábrica hasta hombre del tiempo en televisión o periodista. Pero poco a poco fue convirtiéndose en una voz literaria única. Con El enigma del regreso (Alianza Editorial), una novela en la que mezcla prosa y verso sobre la figura de su padre, un político haitiano en el exilio con el que había perdido el contacto, ganó el Premio Médicis en 2010. Una profunda reflexión sobre el exilio y la vida que ha ganado actualidad. Visitó Madrid, invitado por el Instituto Francés, donde tuvo lugar una entrevista. "Mi patria es el mundo, con toda su diversidad y todo lo que lo forma, los diferentes apetitos. Lo que más me gusta, además de leer y escribir,  es viajar. El idioma no es suficiente, hay que tener algo que decir, hay que poder jugar con la lengua, tener una visión del mundo, compartir preocupaciones contemporáneas, un sentido del pasado. Para mí no es solo un instrumento de comunicación. La lengua tiene que llevar consigo la historia del mundo, pero no necesariamente una lengua en concreto"...
Guillermo Altares. El País Semanal, domingo 30 de abril de 2017

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