En plena resaca del Mayo del 68, hubo quien mantuvo la fe en el cambio y quien entendió que la ansiada grand soir nunca tendría lugar. Por lo menos, no en los términos acordados: si se avecinaba la revolución, esta iba a ser más individual que colectiva. Ante los gritos que exigían apertura, las instituciones respondieron creando espacios para una expresión crítica, pero siempre delimitada por la propia estructura de poder. Por ejemplo, el Centro Universitario Experimental de Vincennes, creado por el propio Ministerio de Educación, o las distintas celebraciones del arte contemporáneo que orquestó el presidente Pompidou, impulsor de un conservadurismo chic. Su primer ministro Jacques Chaban-Delmas teorizó al llegar al cargo sobre la llamada Nueva Sociedad, un programa de inspiración liberal pensado para erigir un país "próspero, joven, generoso y liberado". A quienes anhelaban la playa enterrada bajo los adoquines, el poder les respondió con trenes de alta velocidad y centrales nucleares. Esa modernidad de fachada no satisfizo a los insurgentes. Entre ello se encontraban, claro está, muchos artistas, enfrentados a un cambio mayor de paradigma, en un momento en que las vanguardias ya eran poco más que reliquias inservibles, La Internacional Situacionista se disolvió en 1969 y el grupo surrealista publicó su testamento en Le Monde pocos meses después. En su lugar se formó una nebulosa de prácticas, corrientes y personalidades enmarcadas en las contraculturas. Hasta ahora poco documentadas en los museos franceses, tal vez porque no es fácil encontrar hilos conductores en ese enmarañado ovillo. La exposición El espíritu francés: contraculturas, 1969-1989, abierta en La Maison Rouge de París hasta el 21 de mayo resuelve ahora esa laguna. Su tesis es que en plena multiplicación de panfletos, fanzines y radios libres se configura el gusto patrio por la subversión, incluso cuando está se revela estéril. Ese sería el espíritu francés al que hace referencia el título de la muestra: una contestación sistemática que no es necesariamente constructiva. Más bien pretende dejar constancia de los límites de la libertad de expresión.....
Álex Vicente. París. El País, sábado 6 de mayo de 2017.
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