|
Plaza de toros de Arlés |
Un concepto diferente del espectáculo y el creciente número de toreros, ganaderías y novilleros animan la fiesta en las plazas del sur del país. El anfiteatro romano de Arlés recupera su función litúrgica, hedonista y sociológica 20 siglos después de haberse erigido en el promontorio que otea la Camarga. Un combate estilizado del toro y del hombre. Una comunidad heterogénea que celebra un rito pagano, eucarístico. Y una voz metálica que resuena por los altavoces, anunciando la celebración de "una novillada cien por cien francesa". La reivindicación del animador se recibe con ovaciones. Y alude al paseíllo de una terna de chavales locales -Andy Younes, Tibo García, Adrien Saleuc- que van a lidiar reses de seis ganaderías francesas. Imposible imaginarlo hace unos años... Francia constituye en 2017 un territorio autosuficiente de ganaderías (49), plazas (51), grandes ferias (7), toreros en activo (10), primeras figuras -Sebastián Castella, Juan Bautista, Lea Vicens- y profesionales en todos los ámbitos -empresarios, banderilleros, picadores...-, y su posición de minoría exótica y de marginación predispuso una conciencia de militancia y de autodefensa que ahora sirve de modelo de urgencia al complejo de superioridad español. Más aún cuando Cataluña ha dado por abolidas las corridas. Se antoja estrafalaria la situación de los aficionados catalanes constreñidos a cruzar la frontera de los Pirineos para participar de un espectáculo reprobado en su tierra, seña en algún tiempo de la españolidad. La paella y la sangría se consumen en Arlés con la avidez de la promiscuidad cultural. Y bailan flamenco los arlesianos. E identifican el anfiteatro romano como un templo identitario. Y lo abarrotan por fuera y por dentro, acompasando el pasodoble como el himno iniciático a la corrida de toros, aunque todos los festejos empiezan con la obertura de Carmen, la ópera del compositor francés George Bizet. Y aunque los altavoces proclamen el hito regional de la "novillada cien por cien francesa". No se trata de una apropiación, sino de una merecida y trabajada asimilación. Francia fue el primer país que declaró la tauromaquia Patrimonio Cultural Inmaterial (2011). Lo hizo cumpliendo con escrúpulo los requisitos técnicos y conceptuales de la Unesco -estética, tradición, creatividad, acervo...- y consolidando una protección cuyo origen se remonta a 1951, cuando se proclamó una ley que prohibía la tauromaquia -y las peleas de gallos y el maltrato animal-, excepto donde estaba acreditada una tradición continuada. Es la famosa excepción cultural. Es el caso de Arlés. Y de Nîmes. Y de Béziers. Tres arenas señeras del sudeste francés que rivalizan en las ferias principales del suroeste. Sobre todo con Bayona, Dax, Mont-de-Marsan y Vic-Fezensac....
Rubén Amón. Arlés. El País, 27 de abril de 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario