sábado, 2 de septiembre de 2017

Acordes barrocos en los jardines de William Christie, 2

Un rincón del jardín de William Christie
En el jardín de Thiré concebido para la música, William Christie trabaja, siempre que puede, podadora en mano. John Hoyland, diseñador de jardines, responsable, entre otros de los del Festival de Glyndebourne, lo ha diseñado con él durante 20 años. "Es su visión, un lugar del que abominarían los puristas de este arte, porque resulta una muy personal mezcla de espacios italianos ingleses, franceses , alemanes. Y, digo yo, ahí reside su encanto: ¿no es esto un jardín, en suma europeo?". Lo es. En esa mezcla verde a la que no le falta belleza, aunque horrorice a los expertos en jardinería, hay una idea de Europa, todavía posible, que amamanta toda la esencia de Thiré. La concepción de este músico estadounidense, que aterrizó en Francia en los sesenta en medio de un autoexilio voluntario. Hoy Christie marina dentro de sí una curiosa identidad cosmopolita y atlántica, pero se siente más francés que otra cosa. Más europeo, por tanto. Quizás sea una consecuencia de su concienzuda recuperación del repertorio antiguo olvidado en los archivos del continente a ojos de un hombre de su tiempo, con raíces donde le ha dado gana aposentarlas.
 Cuando Christie llegó a Thiré, el pueblo miró de reojo a esos músicos barrocos con pelos largos e instrumentos raros que iban asentándose por la zona. Hoy, lo que ha creado, impregna todo el valle, con más de 100 voluntarios implicados en que todo funcione a la perfección. "Siempre quise hermanar música y naturaleza. Cuando comencé a construir mi jardín supe que no lo cerraría a nadie, que lo poblaría de música y de gente", asegura Christie. El resultado es una utopía palpable. Una plataforma de sueños que uno disfruta con los ojos y los oídos abiertos en plena arcadia, al aire libre y amigable de Vendée, todo asequible, con precios que van de 12 a 25 euros, y un horario entre las 15.30 y las 12 de la noche; cuando cada jornada termina, se celebra una meditación abierta en la Iglesia del pueblo. Conciertos y actividades -unas 100 en total- repartidos por cada esquina del jardín, acogen a unos 8.000 asistentes en una semana. 
"Cantar aquí, sin distracciones apenas, conscientes del ambiente que nos rodea, puede convertirse en algo muy refrescante, sobre todo para quien nos escucha", asegura la joven soprano Natascha Schnur, 25 años. "Esta iniciativa de formación no se parece a otras. Aquí realmente puedes compartir intimidad y consejos con los verdaderamente grandes. Tanto William Christie como cualquier músico de Les Arts Florissants se muestran directamente a nuestra disposición... El británico James Way le da la razón:"Con ello conseguimos aproximar en el tiempo cosas dispares. Que el Barroco o el Renacimiento resulten absolutamente modernos. Al fin y al cabo, seguimos hablando de lo mismo: del amor, del sexo, de la pérdida. Poco hemos cambiado en lo esencial...".
Jesús Ruiz Mantilla. El País, martes 22 de agosto de 2017

No hay comentarios:

Publicar un comentario