domingo, 24 de septiembre de 2017

El refugio de Monsieur Dior, 2

No es un museo. Y no solo porque no funcione como tal (el acceso es privado, únicamente con invitación). La casa está viva. No es de cartón piedra, no tiene placas informativas; pero sí sábanas, toallas, vajilla...."Servirá para proyectos colaborativos con la prensa o con artistas. Una idea, nuestro diseñador o nuestro perfumista podrían venir a inspirarse aquí". Otra:¿un desfile? "No lo descartamos. A Christian le habría encantado, era un propósito montar una pasarela aquí". Es un ejercicio de homenaje; el 50% de los muebles son originales. "Muchos provienen de una subasta celebrada en 2012 de las pertenencias de su hermana que había heredado bienes de Christian". Sofás y canapés tapizados, sillas con estética del siglo XVIII, espejos neoprovenzales, un baño de estilo imperio con una bañera de mármol de Carrara, floreros art déco y mucho papel pintado. "Es una casa con varias capas. No le dio tiempo a terminar dos espacios -el pequeño y gran salón- ; nosotros los hemos renovado como él había proyectado"..... 
"Residir en una casa que no se nos asemeja es como vestir ropa de otra persona", le gustaba decir al creador. Cinceló su habitación y le otorgo sus rasgos: el maestro era discreto. "Su cuarto era el más pequeño, su intención era sentirse protegido". Una estrella esculpida en la moldura de la pared habla del Dior supersticioso. "Ya había trabajado con los grandes modistas de la época, cuando Marcel Boussac, el empresario más famoso, conocido como el rey del algodón, le propone fundar su marca. Christian duda, pero en 1946, mientras camina por la calle Faubourg Saint-Honoré, tropieza con una estrella de metal. Lo interpreta como una señal del destino y acepta. Ese símbolo se repite como un eco por toda la casa. No es el único. Amaba los círculos y abrió ventanas con su forma en la mansión. También estilizó este castillo con dos torreones. El acceso al antiguo hotel era más impresionante pero menos cálido, por eso lo cambió. El nuevo, más elegante, traza un camino delineado por cipreses. El mismo ideó la entrada: una rosa de los vientos octagonal, con adoquines negros, blancos y rosas, el símbolo de la villa normanda donde creció, Les Rhumbs. Su obsesión era hacer un guiño a su madre "una apasionada de la jardinería: estaba suscrita a catálogos de plantas y su hijo los copiaba". Conocía los nombres de las flores en latín . "Visitó 30 casas antes de decidirse por ésta. No quería vivir en la Costa Azul (Montauroux se encuentra a 50 kilómetros del mar), quería vivir en el campo. Le fascinaron la luz, los colores del paisaje, la tranquilidad". Y le sedujeron las rosas del jardín de La Colle . "Es la flor de la zona, estamos muy cerca de Grasse", nos informa François Démachy, perfumista de la maison. Plantó olivos, almendros y cipreses....
Si París era el músculo de Dior, donde estaban sus talleres  y su negocio, La Colle era la mente y el corazón...
Maria Ovelar. SModa. El País, 23 de julio de 2017

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