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Fotograma de Los casos de Victoria |
Cuesta reconocer en Los casos de Victoria a la misma Justine Triet que, tan solo tres años antes, había debutado en la frenética, fresca e inesperada La bataille de Solférino (2013). En su ópera prima la directora sacó sus cámaras a la calle el 6 de mayo de 2012, día de la victoria electoral de François Hollande, para convertir a todos los parisienses que atestaban la calle Solférino, frente a la sede del partido socialista, en extras involuntarios de una comedia donde chocaban lo público y lo privado. Las tensiones entre una reportera televisiva, destinada a cubrir la jornada electoral y un insistente exmarido empeñado en visitar a sus hijas centraba estaba película que tenía mucho de arriesgado tour de force y que no revelaba parentescos evidentes en el panorama de la comedia francesa contemporánea. Si algo vincula a La bataille de Solférino con Los casos de Victoria es su foco sobre una protagonista desbordada por sus obligaciones profesionales y entregada a la caótica gestión de maternidad, vida privada y adicción al trabajo. La referencia lejana parece ser aquí esa screwball comedy que encontró su vector de ingenio y velocidad en hiperactivas figuras femeninas, comúnmente rodeadas de hombres inmaduros. El problema es que el segundo largometraje de la Triet recuerda más a una comedia (del montón) protagonizada por Katherine Heigl -o sea, más La cruda realidad (2009) o Como la vida misma (2010) que Lío embarazoso (2007), vínculo reforzado asimismo por el cierto parecido físico entre Virginie Efira y la actriz estadounidense. Ojalá en su siguiente trabajo Justine Triet recuerde cómo empezó.
J.C. El País, viernes 1 de septiembre de 2017
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