jueves, 7 de septiembre de 2017

Cécile.La niña olvidada de los surrealistas

Paul Eluard, Gala y su hija Cécile a finales de 1920
A principios de los años 20, la casa de Paul Éluard en Eaubonne, en el norte de París, era un enorme museo surrealista en el que Max Ernst había decorado casi todas las habitaciones con pinturas al fresco. En el dormitorio de la niña Cécile, la hija de Éluard, la cama estaba presidida por un pato con ruedas, y en algún logar colgaba también el retrato que le había pintado Picasso con sólo tres años. Todos los surrealistas, es decir, todos los amigos de Éluard -Marcel Duchamp, Man Rey- adoraban a Cécile, la primera niña nacida dentro del movimiento que sacudió los cimientos del arte europeo. Pero todo ese amor colectivo había servido de poco -cuanto más de alivio pasajero-, pues sobre la niña pesaba la sensación de que su madre, Gala Éluard, nunca la había querido en realidad. Gala se quedó embarazada en 1917, poco antes de que Paul marchara al frente en los estertores de la Primera Guerra Mundial, y dio a luz a su única hija en la primavera de 1918. Gala no quería hijos; los veía como un obstáculo para sus aspiraciones artísticas. En 1929, obsesionada con Dalí, Gala abandono a Éluard y, de paso, se desentendió casi por completo de su hija, generando un enorme vacío justo a las puertas de la fase difícil de la adolescencia. Es importante remarcar ese casi porque, tal como explica Joan Bofill-Amargós, "los historiadores suelen afirmar que, a partir de ese momento, Gala dejó de ver a su hija, pero no fue exactamente así. Dejaron de verse en los últimos años de vida de Gala (fallecida en 1982), pero se estuvieron enviando cartas durante largo tiempo. Era una relación fría, pero constante". Bofill puede asegurarlo porque ha visto las cartas que le mostró Cécile Éluard poco antes de morir hace un año, el 10 de agosto de 2016, mientras realizaba un documental sobre su vida, producido por la compañía Belimpala, que está todavía en fase de desarrollo y en el que Cécile había accedido a repasar varios momentos de su vida....
"De Dalí, Cécile me dijo que era encantador, que se esforzaba por ser agradable con ell", cuenta Joan Bofill-Amargós. Así que si Cécile conoció a Dalí y lo trató con los años, he aquí una prueba más de que siguió viendo a su madre, aunque no hubiera amor entre ellas. "Cuando el problema de la herencia de Gala, si alguien ayudó a que se resolviera en su favor, fue Dalí. Se llevaban 14 años, era para ella como un hermano mayor. Con Picasso se llevaba más años, pero con él era distinto: siempre fue jovial, divertido, la llevaba a ver combates de boxeo, y además era amigo íntimo de Éluard. Para ella estos genos eran su familia, no apreciaba ninguna pátina mítica. Siempre dijo que tuvo una vida normal, que no debería interesar a nadie", agrega Bofill-Amargós.....
Javier Blánquez. El Mundo, jueves 10 de agosto de 2017  

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