sábado, 21 de abril de 2018

Regreso a Marrakech

Museo de Yves Saint_Laurent de Marrakech
Cuando pisaron Marrakech por primera vez, la ciudad olía a lluvia y jazmín. Solían recordar que, cuando el temporal acabó y regresó el sol de invierno, brotaron colores de un exotismo inaudito para una retina europea. Corría el año 1966. Los protagonistas de esta historia juraban que sintieron un flechazo amoroso con el lugar. De tal manera que Yves Saint-Laurent y su infatigable socio y compañero sentimental, Pierre Bergé, se subieron al avión que los llevaría de vuelta a París con un compromiso de compra de su primera residencia en la ciudad marroquí, Dar el Hanch, o "la casa de la serpiente". Establecieron así un lazo con la ciudad que nunca se rompió. Para Saint-Laurent (Orán, 1936-París, 2008) representó un refugio creativo en el que se encerraba dos veces al año para trabajar en los primeros esbozos de sus colecciones. Cuando perdía la inspiración, la volvía encontrar perdiéndose por el laberinto de las calles de la medina u observando a los acróbatas, los músicos de la tradición gwana y los encantadores de serpientes que poblaban el zoco de Yamma el Fna. 
Medio siglo más tarde, el legado del legendario modista regresa al lugar del que surgió. El Museo Yves Saint-Laurent de Marrakech abrió sus puertas en octubre en un nuevo edificio pegado al jardín Majorelle, ese locus amoenus donde el pintor orientalista del mismo nombre instaló su taller en tiempos del protectorado francés. Saint Laurent y Bergé lo adquirieron para salvarlo de la destrucción a principios de los ochenta. Junto a este edén urbano se erige un museo de 4.000 metros cuadrados a cargo de Studio KO, una ascendente firma con doble sede en París y Marrakech liderada por los arquitectos Karl Fournier y Olivier Marty...
Bergé soñó con encargar el edifico a un gran arquitecto de fama internacional. Hasta que estos dos jóvenes y semidesconocidos proyectistas restauraron  la mansión que compartió con Saint-Laurent en Tánger. Y quedó tan satisfecho que decidió cambiar de planes. "Nos dió una única indicación: que no construyeramos un mausoleo. Quería que fuera un edificio contemporáneo, lleno de vida e integrado en el contexto. En vez de optar por una copia literal de los edificios marroquíes, los dos arquitectos prefirieron interpretar esa herencia libremente. Mezclaron ladrillo rojo de Tetuán con granito italiano y latón, ambos extensamente utilizados en el Magreb, obteniendo una paleta situada entre el ocre y el rosado, en comunión con el cromatismo que impera en el resto de la ciudad.También contrapusieron la opacidad de la fachada, típica de la arquitectura magrebí, con un patio circular recubierto de azulejo turquesa que logra distribuir la luz por el edificio. En los pasillos colocaron vitrales de colores, que recuerdan a los que diseñó Matisse para la capilla del Rosario en Vence, por los que Saint-Laurent decía sentir devoción. E hicieron un guiño a su actividad profesional dibujando cenefas de ladrillo en la fachada que recuerdan a la trama cruzada de los tejidos y remiten "a la forma de una sisa que une la manga con el hombro", según el arquitecto.
El director del museo se llama Björn Dahiström. Es nieto de un sueco francófilo que se instaló en el Magreb décadas atrás. De niño pasó largas temporadas en esta ciudad a la que regresaría en 2011, cuando Berger le encargó liderar su proyecto de Museo Bereber, construido en el antiguo atelier del pintor Majorelle. En las salas del centro que dirige  se expone una pequeña parte de la colección legada por Saint-Laurent y Bergé, consistente en 5.000 vestidos, 15-000 accesorios de alta costura y varios millares de ilustraciones de moda...
Álex Vicente. El País Semanal, 2 de marzo de 2018  

No hay comentarios:

Publicar un comentario