Fotograma de El insulto |
Expuesta de un modo sencillo y explícito, y partiendo del ámbito social, la película de Doueiri adquiere, sin embargo, una enorme trascendencia en múltiples vertientes. En la política, con cargos electos que solo se implican en los problemas reales de la gente cuando no hay temor de mancharse. En la histórica del conflicto entre palestinos e israelíes, y su influencia en países vecinos, como Líbano, con una frase insultante como detonante -"Ojalá Ariel Sharon hubiera acabado con todos los palestinos " -, y varias tragedias detrás: del Septiembre Negro jordano, en aquel mes de 1970, a la masacre de Damour, durante la guerra civil libanesa, en enero de 1976. En la judicial con algo tan actual y tan universal -también aquí, en España- como el delito de odio, su necesidad, y también su peligro: "Qué será lo próximo, penar los pensamientos, castigar los sueños?". E incluso en una vertiente perteneciente a la filosofía del derecho: la violencia como hecho natural, o como hecho histórico.
Doueiri, más allá de su evidente humanismo y de su voluntad regenerado, deja que sea el espectador, el que, en su vaivén emocional, acabe siendo juez. El árbitro de las pequeñas grandes tragedias de nuestra existencia.
Javier Ocaña. El País, viernes 16 de marzo de 2018
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