sábado, 7 de abril de 2018

Castillos que respiran arte: Chambord, Blois

Castillo de Chambord
Chambord. Aguas abajo del Loira, pero no pegado a su orilla, resplandece el santo por excelencia de los castillos del valle: Chambord. Una de las obras más deslumbrantes. Concebida  y realizada pre-cisamente para deslumbrar, para epatar. Francisco I, el eterno rival del rey emperador Carlos, quiso darle a éste un buen repaso con esta tarjeta de visita. Para calibrar este gesto, basta comparar el castillo del rey francés con el palacio de Carlos V en la Alhambra de Granada, también renacentista, pero qué diferencia. Ostentación frente a rigor clasicista. No son conjeturas, Francisco invitó a Carlos a pasar alguna noche en su castillo en 1539, para que tomara nota, cosa que hizo (pernoctar, no tomar nota).
Ni que decir tiene que es patrimonio mundial y uno de los monumentos más visitados de Francia. Renacimiento a la francesa, muy coqueto, pero además sabio: la escalera central en caracol en doble hélice, a modo de secuencia en ADN, sigue dejando perplejos a los visitantes. Y para apreciar bien las coqueterías de su arquitectura lo mejor es subir a la terraza, donde se pueden casi tocar los arrequives, chimeneas, torretas, claraboyas y el cimborrio en forma de lis. Y por supuesto cernir los jardines históricos (recién recuperados) y el mayor parque murado de Europa, con sus bosques, estanques y fauna...

Blois. De la misma época que Chambord, con una escalera parecida, es el castillo de Blois, otro farol de Francisco I. También este palacio fue nido de reyes, reinas, intrigas y hazañas para la histori: aquí bendijo el obispo de turno a Juana de Arco al partir hacia Orleáns, y aquí fue asesinado el Duque de Guisa, episodio crucial para la crónica de los hugonotes y la Francia protestante. Por desgracia el castillo fue saqueado durante la Revolución, y el espléndido jardín renacentista quedo partido a tajo al abrirse en el siglo XIX, una avenida que horada la acrópolis regia. El castillo aloja actualmente el Museo de Bellas Artes. Otra Acrópolis asomada como ésta al Loira es la ocupada por la catedral (muy maltrecha), el ayuntamiento clasicista y los jardines respectivos del obispo y del alcalde. Abajo, en el barrio de los pescadores, la iglesia gótica de San Nicolás es la más hermosa y monumental de la ciudad.
En Blois se encuentra también la Fundación de la Duda. Fue idea del artista Ben (Benjamin Vautier) tutelada por el entonces alcalde Jack Lang, luego ministro de Cultura. Este singular centro de arte reúne la mejor colección del movimiento Fluxus, nacido en América en la década de 1960 y que en Europa salpicó a muchos adeptos del arte conceptual. Cobró fuerza incluso en España, baste recordar el grupo Zaj o Wolf Wostell y su museo esquiladero de Malpartida de Cáceres, ambos, por cierto, bien representados en Blois. Para mostrar que este templo de la duda no es un museo al uso, la ciudad entera está trufada de placas estratégicamente apostadas con preguntas a bocajarro del estilo: ¿Quién decide lo que es bello? ¿Es usted libre de pensar lo que quiera?¿Tiene sentido el arte contemporáneo?...
Carlos Pascual. El Viajero. El País, viernes 30-03-18

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