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Raphaël Glucksmann |
Creció en un mundo donde su forma de pensar, iluminada por el humanismo y el espíritu ilustrado, parecía mayoritaria. Hasta que, un buen día, empezaron a llamarle tibio y socialdemócatra. Raphaël Glucksmann se dio cuenta de que sus opiniones ya no estaban de moda. Pero no renegó de ellas. Este ensayista francés, hijo del filósofo André Glucksmann, despuntó en el superpoblado mundo intelectual galo con una serie de libros que reivindicaban vetustas convicciones como la defensa de los derechos humanos, la idea del interés común y la confianza en la construcción europea. Por sorpresa se convirtieron en superventas. "Como nadie defendía esas ideas conseguí cierto éxito, tanto que ahora me ganó la vida escribiendo", explica. A los 37 años, Glucksmann ha dejado de ser percibido como otro niño mimado de la intelligentsia del Mayo francés para convertirse en una voz escuchada por méritos . Sus libros y sus artículos, que publica semanalmente en el semanario L'Obs, le han convertido en uno de los pensadores de moda en la Francia del macronismo. De hecho el nuevo presidente no tendría problemas en reconocerse en sus tesis sobre una sociedad abierta y alérgica al repliegue xenófobo. Aunque ese amor no sea del todo correspondido: Glucksmann dice aborrecer las odas a la autorrealización individualista del presidente francés que le recuerdan a las que pregonó el neoliberalismo ochentero. A la vez admite que votó "sin problemas" por Macron para evitar que una Marine Le Pen llegara al Elíseo. "Tengo mucho que recriminarle pero ha sido un alivio escapar a la ola de la xenofobia", asegura.
Considera que la victoria de Macron hizo que la Unión Europea se librara de una muerte súbita. Pero no significa que la enfermedad haya desaparecido. "El gran reto de Macron será encontrar la energía suficiente para construir una Europa política. Solo así dejará de ser una tecnocracia que dista directivas de desregularización", sostiene...
Cuando su progenitor falleció en 1215, Glucksmann lo definió como "su mejor amigo". "La amistad en el encuentro entre dos seres que no se niegan el uno al otro." Esa es la relación que tuve con mi padre y le echo de menos", lamenta. Aunque también se peleaban. Por ejemplo, cuando su padre, un icono del 68, anunció en 2007 que votaría Sarkozy. "Se equivocó aunque terminé entiendo su lógica. Él basó toda su vida en la transgresión. Empezó criticando a Marx y termino votando a la derecha", explica. "Mi padre creció en un mundo saturado de ideología. Su trabajo fue romper las cadenas para liberar al individuo y permitirle pensar con libertad", añade. Creo que su generación está en la situación opuesta. "Esas cadenas ya no existen, hemos crecido con gran libertad, pero nos hemos emancipado tanto que hemos olvidado que no estamos solos en el mundo. Mi obsesión es volver a encontrar un horizonte colectivo".
Álex Vicente. Europa , Europa
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