martes, 17 de abril de 2018

El Louvre se rinde a Delacroix

Boceto de La libertad guiando al pueblo de Delacroix
En el panel que da la bienvenida a la gran muestra que el Museo del Louvre dedica a Eugène Delacroix (Saint-Maurice, 1798-París, 1863), aparece una pregunta que pone en duda su propia necesidad. ¿Qué queda por decir de uno de los artistas más aclamados de los últimos siglos, cuyos lienzos figuran entre los más visitados de esta misma pinacoteca, y cuya influencia parece extenderse de Monet a Van Gogh y de Cézanne a Picasso? El director del departamento de Pinturas del Louvre, Sébastien Allard, da una posible respuesta al inicio del recorrido. "En realidad a Delacroix lo conocemos de manera fragmentaria. Pasada la primera década de su carrera, cuando realizó los cuadros que le confirieron la gloria, su obra sigue siendo desconocida e incomprendida. Faltaba un relato que diera unidad al conjunto de su producción", apunta Allard, comisario de una exposición que podrá verse en París hasta el 23 de julio. Es la primera vez que el Louvre le dedica una monográfica desde 1963. En otoño la muestra viajará al Metropolitan de Nueva York, aunque en versión reducida: solo algo más de la mitad de las 200 obras presentadas en la capital francesa. 
La segunda sala de la muestra concentra, en pocos metros cuadrados, todos los cuadros que convirtieron a Delacroix en un artista famoso. Por ejemplo los gigantescos formatos como La barca de Dante, La matanza de Quíos y en especial La libertad guiando al pueblo, fresco sobre la Revolución de 1830 que pintó solo unos meses después de que se produjeran los hechos, vinculando la actualidad política a la pintura histórica. Los tres cuadros fueron comprados por el Estado, sediento de nuevos talentos tras el final del Imperio napoleónico."Durante los primeros años de la Restauración, de manera paradójica, se corrieron más riesgos que bajo el Imperio. Los museos franceses se quedaron sin los cuadros expropiados durante las campañas del ejército. Y ese hueco se llenó con el arte contemporáneo", explica Allard....
Lo más interesante empieza a media la exposición, especialmente centrada en la segunda mitad de su trayectoria, todavía mal conocida. En el apogeo de su gloria, Delacroix hace borrón y cuenta nueva. Se pone a pintar composiciones florales tan tétricas que no encontraron comprador .y a las que incluso Baudelaire tildó de "cuadros de comedor"-, duelos ecuestres que parecen traducir sus tumultos interiores, pinturas religiosas repletas de figuras patéticas y cuadros a medio camino entre la realidad histórica y la ficción de la literatura más culta, denostados por el público de su tiempo. Elevado a la categoría de genio mucho antes de morir. Delacroix se pasó el resto de su vida haciendo lo contrario de lo que se esperaba de él... El propio pintor lo resumiría diciendo que su misión consistía en enfrentarse a "la infernal comodidad que proporciona la brocha".
Álex Vicente. El País. Lunes 2 de abril de 2018 

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