Benjamin Clementine |
Cuenta la leyenda -que Clementine no se ha encargado de desmentir ni alimentar- que con tan solo 16 años abandonó su hogar en Londres y terminó de vagabundo por París...Para no repetir una historia mil veces contada y con demasiados lugares comunes, digamos que malvivió en las orillas del Sena tocando y cantando en el metro de la capital francesa, hasta que un buen día, un día buenísimo de hecho, un productor musical escuchó por casualidad su voz y cayó rendido ante semejante prodigio. Del resto tenemos pruebas documentales con, entre otras grabaciones, dos fantásticos discos -At Least for Now y I Tell a Fly - amén de colaboraciones como la que hizo con Gorillaz. Cuesta creer que este espigado cantante, de imponente porte y elegante pose, que se planta en el escenario descalzo "para tener mayor control sobre los pedales del piano", según asegura, haya dormido alguna vez en la calle. Es más, este icono de la moda en que se ha convertido Clementine cuesta imaginárselo durmiendo entre cualquier cosa que no sean sábanas de satén. Lo que hace creíble su historia son sus canciones. Y no sólo la densidad de su música en ocasiones no apta para todos los oídos, sino también la profundidad de sus cuidadas letras, en las que asoman inquietudes culturales y vitales no demasiado comunes en la paupérrima escena musical actual. Un recorrido por vivencias y sensaciones vividas en primera persona en sus años de vagabundeo. Un reflejo de una infancia que el propio artista ha definido como "una mala madurez"...
Fernando Molezún. La Voz de Galicia, viernes 16 de marzo de 2018
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