Un año de chalecos amarillos. Emmanuel Macron alcanza la mitad de su mandato tras haber sobrevivido a la mayor protesta social desde Mayo del 68. Ha recuperado popularidad y volvería a ganar la presidenciales. Pero a este presidente singular le aguarda en 20 días una gran movilización sindical, banderas rojas al viento, contra sus planes de reforma de la jubilación. El Gobierno teme que la convergencia de luchas desborde de nuevo las calles. Estudiantes y personal sanitario han salido esta semana. Todos los analistas detectan el cabreo popular y la ansiedad del Ejecutivo. En la cúspide de las instituciones de la V República, el presidente carece de oposición parlamentaria. En la calle, vienen tiempos duros. François Ruffin, que estudió en el mismo colegio que Macron, los jesuitas de Amiens, pero es la estrella ascendente de la La Francia Insumisa (extrema izquierda), lo tiene claro: "No habrá nada sin desbordamiento popular. Se acabó el fin de la Historia. Se ha vuelto a poner en marcha para lo mejor y para lo peor".
El primer aniversario del nacimiento de los chalecos amarillos se vio ayer empañado por episodios de violencia y actos de vandalismo cometidos en algunos puntos de París por miembros de este movimiento social y por alborotadores violentos y Black Blocs que lanzaron piedras, destrozaron mobiliario urbano y quemaron coches. La policía usó gases lacrimógenos y cañones de agua.
Macron, que empezó su mandato reformando sin oposición y a paso de carga, ha cambiado de método desde la crisis de las chalecos amarillos. Ha puesto al frente a un veterano gaullista con buena interlocución con los sindicatos, Jean Paul Delevoye. Y vengan rondas explicativas. Ha soltado lastre a toda prisa con otros sectores quejosos: plan de urgencia para los hospitales, pago de una parte de las horas extra debidas a los policías...
Iñaki Gil, El Mundo, domingo 17 de noviembre de 2019
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