Fotograma de Los Miserables |
La película que se estrena el viernes tras ganar el Premio del Jurado en Cannes y que representará a Francia en los Oscar, arranca con una celebración. En el centro de París, en el mismo sitio en que poco después los chalecos amarillos harán que los cimientos de la República enseñen sus grietas, un grupo de adolescentes se deja arrastrar por la fiebre. Francia se proclama campeona del mundo de fútbol, y aunque solo sea un instante, todo cobra sentido. Es la última vez que se oye cantar a alguien en la película. La cámara vibra como solo son capaces de hacerlo los documentales cuando pierden el equilibrio. De eso se trata, de perder el pie entre la furia de una masa de gente alegre y a la vez furiosa. La escena marca la temperatura de todo lo que vendrá después que, ya se ha dicho, es sólo ira.
Los miserables sigue a un grupo de policías en un barrio del extrarradio de París. Se trata del mismo lugar en el que Victor Hugo hizo que Jean Valjean se refugiara y se encontrará con Cosette. Y se parece demasiado a la barriada en la que los jóvenes de 15 y 17 años murieron electrocutados cuando intetaban huir de los agentes que los perseguían en 2005. Aquello desencadenó la furia en todo París. Y la ira. La banlieue se llama Montfermeil y la miseria de siglos atrás sigue en el mismo sitio, a la misma hora y dispuesta de la misma manera. Lo relevante es que los miserables de entonces comparten localidad, heridas y miseria con los de ahora ...
Luis Martínez. El Mundo, domingo 17 de noviembre de 2019
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