lunes, 18 de noviembre de 2019

Los Miserables

Fotograma de Los Miserables
"No hay malas hierbas ni hombres malos; sólo hay malos cultivadores". La frase aparece en el frontispicio de Los miserables y sobre ella (o contra ella) el director Ladj Ly compone una película que, en realidad es sólo ira. Y pocos afectos (o desafectos) tan confusos como esa "pasión triste"  que decía Spinoza. Aristóteles veía en ella la posibilidad del placer que siempre acompaña a la esperanza de vengarse. Por un lado, no cuesta localizar en ella la nobleza de la rebeldía contra las ofensas y las injusticias soportadas; pero, por otro, la ira lleva consigo la pérdida necesaria tanto de la autonomía como del juicio. Digamos que todos los personajes de la cinta del debutante cineasta francés de origen maliense viven atrapados en la contradicción de saberse con un único privilegio: el derecho a la desesperación.
La película que se estrena el viernes tras ganar el Premio del Jurado en Cannes y que representará a Francia en los Oscar, arranca con una celebración. En el centro de París, en el mismo sitio en que poco después los chalecos amarillos harán que los cimientos de la República enseñen sus grietas, un grupo de adolescentes se deja arrastrar por la fiebre. Francia se proclama campeona del mundo de fútbol, y aunque solo sea un instante, todo cobra sentido. Es la última vez que se oye cantar a alguien en la película. La cámara vibra como solo son capaces de hacerlo los documentales cuando pierden el equilibrio. De eso se trata, de perder el pie entre la furia de una masa de gente alegre y a la vez furiosa. La escena marca  la temperatura de todo lo que vendrá después que, ya se ha dicho, es sólo ira.
Los miserables sigue a un grupo de policías en un barrio del extrarradio de París. Se trata del mismo lugar en el que Victor Hugo hizo que Jean Valjean se refugiara y se encontrará con Cosette. Y se parece demasiado a la barriada en la que los jóvenes de 15 y 17 años murieron electrocutados cuando intetaban huir de los agentes que los perseguían en 2005. Aquello desencadenó la furia en todo París. Y la ira. La banlieue se llama Montfermeil y la miseria de siglos atrás sigue en el mismo sitio, a la misma hora y dispuesta de la misma manera. Lo relevante es que los miserables de entonces comparten localidad, heridas y miseria con los de ahora ...
Luis Martínez. El Mundo, domingo 17 de noviembre de 2019


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