Denis Diderot |
La obra pública consistió sobre todo en su trabajo como principal editor de la Enciclopedia, cuyos diecisiete volúmenes aparecieron a lo largo de dos décadas. Fue una extenuante lucha contra la censura, un intento de presentar a sus lectores el conjunto del conocimiento humano desde una perspectiva puramente racional. Tuvo un éxito enorme y contribuyó a cambiar la visión del mundo de los europeos cultos, aunque tuvo también muchos detractores que la denunciaron como un ataque sibilino contra el altar y el trono que se presentaba bajo la inocente apariencia de una obra de referencia. Fue la magna empresa de la Ilustración francesa y nadie contribuyó tanto a que saliera adelante como el propio Diderot...
La Francia dieciochesca era un faro de cultura y el francés era la lengua franca de las élites europeas, pero la mayoría de sus habitantes vivía en una pobreza extrema, la libertad de expresión era precaria y la justicia era a menudo cruel. Voltaire optó por instalarse en la frontera suiza, pero Diderot permaneció en París, siempre bajo la amenaza de un posible arresto. Ambos libraron un combate duradero en favor de la libertad y desplegaron un poderoso ingenio que permite hoy leer con placer muchos de sus textos, en el caso de Diderot sobre todo aquellos que fueron apareciendo paulatinamente tras su muerte...
En los círculos más refinados de la sociedad dieciochesca se practicaba con entusiasmo un arte que hoy no brilla tanto, el de la conversación. Evocar ese mundo desparecido, pero al que tanto debemos, es un desafío que durante generaciones ha atraído a historiadores y biógrafos. En particular existen varias biografías excelentes de Diderot, pero me atrevo a decir que la que acaba de publicar Andrew Curran, profesor de la Universidad Weasleyana es, como ha destacado la crítica internacional, la mejor para quien quiera acercarse a su vida y su obra...
Juan Avilés. El Cultural, 7-2-2020
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