jueves, 27 de febrero de 2020

El manifiesto ecológico de Fred Vargas

Fred Vargas
No hay que olvidar que Fred Vargas (seudónimo de Frédérique Audoin-Rouzeau; París, 1957) es arqueozoóloga de formación. O sí. Y quizá recordar que trabajó como investigadora en el Centro Nacional de Investigación Científica de Francia y en el Instituto Pasteur. Tampoco despreciar que es premio Premio Princesa de Asturias de las Letras. Este conocimiento compete más a quienes acostumbran a poner en tela de juicio los valores literarios de la novela negra. A lo mejor hay que citar también los más de cinco millones de libros que ha vendido.
En fin, el caso es que además de pulso narrativo, desbordante imaginación, poderosas y complejas tramas y un hatillo de maravillosos personajes encabezados por el comisario Adamsberg, Vargas tiene una fuerte conciencia ética y social, algo que puede intuir cualquiera que frecuente las andanzas del pirenaico comisario. Lo confirma ahora en la urgencia que la llevó a escribir La humanidad en peligro, que ella misma comienza tratando de explicar y explicarse las razones que la movieron a dar un paso al frente con este amplio manifiesto: "Pero, maldita sea, en qué atolladero he ido a meterme?¿Cómo lo voy a hacer para salir airosa de esta tarea descabellada, de esta idea peregrina  de hablarles sobre el futuro de la vida en la Tierra?".
La autora francesa que eligió su seudónimo literario -como su hermana gemela, la pintora Jo Vargas- en homenaje a María Vargas, el personaje de Ava Gardner  en el filme de Joseph L. Mankiewicz La condesa descalza, se decidió a intentarlo tras saber que un breve texto que había escrito sobre ecología había tenido un gran impacto viral, que había sido parcialmente impreso en camisetas en China y Brasil y que hasta Charlotte Gainsbourg lo había leido en la inauguración de la cumbre del clima  COP24. Con la motivación de que su mensaje -"Esforzarse, reflexionar incluso. Y, sin ánimo de ofender  al emplear un término caído en desuso, ser solidarios con el vecino, con Europa, con el mundo"- podía llegar a mucha gente, Vargas apuesta por poner en marcha la tercera revolución, la que toca, dice, tras la neolítica y la industrial. 
Que nadie piense que el humor que tiñe todo el texto -recurso que no desechaba en sus anteriores ensayos Pequeño tratado de todas las verdades sobre la existencia (2001) y Crítica de la sociedad pura (2003)- invalida el rigor con que la novelista afronta su ambiciosa empresa, a la que ha dedicado una ardua investigación. Vargas apela al compromiso del ciudadano -al que advierte que no debe contar con Estados, Gobiernos e industrias, volcados en incentivar el consumo a toda costa, el crecimiento económico y la avaricia del capitalismo- para aportar información y datos implacables, e incluso ofrecer algunas recetas prácticas...
H. J. Porto. La voz de Galicia, sábado 15 de febrero de 2020.

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