Álex es un joven brillante y a punto de acabar su carrera en Estados Unidos, hijo de una pareja separada y de buena situación económica en París. Mila tiene 17 años y es hija del actual compañero de la madre. Les presentan, salen de fiesta y ella acaba denunciando su violación. El filme El acusado, con un guion sobre una novela de Karine Tuil y participado por el propio Attal -actor israelí afincado en Francia-, y coprotagonizado por Charlotte Gainsbourg -su compañera, presente en sus siete largos-, remueve las muy afiladas aristas del caso. Él niega; ella afirma. Y dos años después llega el juicio .que se come casi un tercio del metraje-, en donde, en modo muestrario, asomarán las variables de un debate de permanente actualidad, una vez que se exponen a evaluación pública y someten a un descarnado tercer grado, acusado y acusadora. No quedará títere con cabeza, más allá de concluir si hubo o no esa violación, y será el espectador quien deba tomar partido, aunque la película ya lo haga.
Se trata de la difusa figura del consentimiento. ¿Lleva razón Álex cuando asegura que Mila asintió a su petición de sexo? ¿Es Mila la cándida y virgen que al principio asegura ser? Todo ello trufado de las consabidas estadísticas, abusos sexuales no denunciados, actitud entre dudosa de algunos policías, y el eterno recurso a la inmigración como parte del problema. Un problema que por desgracia sigue ahí, y puede que cunda el pesimismo. Habría que comenzar por la escuela y la familia. El protagonista es buen chico y nadie lo duda, pero en su interior quizá haya engendrado un monstruo. Ella, también es buena chica, aunque víctima de algunos miedos que quizá la llevan a algún callejón sin salida mientras busca su libertad. Toca reflexionar.
M.A. Fernández. La voz de Galicia, sábado10 de septiembre del 2022.
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