viernes, 9 de septiembre de 2022

Y el paisaje se hizo música

Josquin des Prez

En 2018, la editorial Lannoo publicó un largo estudio que Van Nevel venía gestando desde hace años, titulado El paisaje de los polifonistas y subtitulado El mundo de los franco flamencos. Escrito en neerlandés y no traducido, de momento, a ningún otro idioma, parte de una hipótesis inicial, casi una revelación: que la percepción de la música y la vivencia del paisaje en el sur de Flandes y el noroeste de Francia discurren en paralelo en los primeros años de las vidas de los grandes polifonistas franco-flamencos, lo que se tradujo en una influencia decisiva para su posterior evolución artística. El libro se ilustra con decenas de fotografías de Luk Van Eeckhout, en cuyo pie se indica no solo el día preciso en que fueron tomadas, sino también la hora exacta. En estas tierras llanas encontramos horizontes siempre visibles, prados, campos de cultivo, sauces desmochados, iglesias, castillos, atardeceres y valles, muchos valles (los de los ríos Lys, Scarpe o Aa, a los que se deican capítulos de la segunda parte del libro), en un cuadrángulo acotado por las localidades de Brujas, Mons, Saint-Quentin y Boulogne-sur-mer: en estos paisajes que Van Nevel califica de "melancólicos" nacieron muchos de los más grandes polifonistas franco-flamencos de los siglos XV y XVI, con el princeps musicorum, el gran Josquin des Prez, que pasó los últimos años de su vida en Condé-sur-L'Escaut, como figura señera de aquella Edad de Oro.

Josquin forma parte de la grabación ahora publicada con una chanson profana (Cueur langoreulx) y con el "Agnus Dei" de su Missa Malheur me bat, uno de esos prodigios imitativos cuya clave cifra también Van Nevel en el propio carácter repetitivo de los paisajes franco-flamencos. A su lado encontramos a esos otros compositores ignotos tan del gusto belga, como Johannes Simonis Hasprois, que abre el disco con un virelai a tres voces; Nicolle des Celliers de Hesdin, representado por un motete a cinco voces; Jean L'Héritier, con un elaborado motete antifonal a nueve voces, Locultus est Dominus, o Josquin Baston, que da rienda suelta a la melancolía en Ung souvenir me conforte, una chanson en la que la amada se halla siempre presente en el pensamiento y que Van Nevel relaciona con esas nieblas tan habituales en la región de Artois.

En lo que es un indisimulado recorrido cronológico que nos lleva desde comienzos del siglo XV hasta mediados del siglo XVI hay también un hueco para figuras señeras, como Antoine Busnois y Johannes Ockeghem, Josquin lloró la muerte de este último haciendo suya la práctica habitual de los polifonistas renacentistas de honrar la memoria de los mayores, y Van Nevel ha incluido asimismo un díptico formado por la lectio de una lamentación para el Jueves Santo de Antoine de Févin  seguida de Qui ne regrettoit le gentil Févin, un planto fúnebre compuesto por Jean Mouton, compañero suyo en la corte de Luis XII. Hay que pensar que, aparte de la música, todos estos compositores y cantores debieron de compartir un profundo sentimiento de pertenencia a un territorio -a un paisaje- común.

El disco se cierra con músicas de Nicolas Gombert, otro nativo del sur de Flandes que estuvo al servicio de Carlos V...La marcada pronunciación francesa del latín que caracteriza siempre las interpretaciones de Huelgas Ensemble nos ayuda a no olvidar en ningún momento donde nació esta música: en aquel cuadrángulo milagroso recorrido palmo a palmo por Paul Van Nevel con sus intuiciones  y Luk Van  Eeckhout con su cámara, y que durante casi dos siglos vio nacer a muchas de las mayores luminarias musicales de Europa.

Luis Gago. Babelia. El País, 30 de julio de 2022.

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