jueves, 24 de noviembre de 2022

Luces y sombras de Claude Lanzmann, narrador del Holocausto

Lo que hizo en su carrera el francés Claude Lanzmann (1925-2018) está al alcance de muy pocos creadores: elevó en el audiovisual el judaísmo moderno casi a un género per se alrededor de dos hechos históricos: el Holocausto, el exterminio nazi con seis millones de ellos aniquilados por la maquinaria ideada por Adolf Hitler, y la creación en 1948 del Estado de Israel. El nombre de Lanzmann está, obviamente, entrelazado al de su segundo filme, Shoah (1985), una obra monumental en ambición, duración y en testimonios recogidos. De ese documental beberán algunos de sus siguientes trabajos, entre ellos el que algunos consideramos su obra maestra, El último de los injustos.


Y, sin embargo, con toda la importancia de la obra de Lanzmann, que además aportó una reflexión sobre la visualización del exterminio nazi, solo ha habido aproximaciones tangentes a u filmografía. Hasta este Claude Lanzmann, que firma Alberto Sucasas, que ya había realizado un estudio previo de Shoah. Sucasas ha decidido mostrar a su retratado, el cineasta de la memoria, el hombre que antepuso la oralidad y los testimonios sobre las imágenes de archivo, a través de sus 10 productos fílmicos, y desde ahí intentar entender a Lanzmann, un personaje complejo, que usó su propia obra como vara de medir en las siguientes décadas para el resto de filmes sobre el Holocausto -atacó y despreció La lista de Schindler, de Steven Spielberg, porque, como dijo en Le Monde, "la ficción es una transgresión. Pienso profundamente que hay una prohibición de la representación" en la descripción de lo indescriptible-. Como subraya Sucasas, en el cine de Lanzmann existen dos claros binomios; vida / muerte violenta y ver / saber. Y por ese ver /saber juzgará a quien se ponga ante su cámara.

El libro, al priorizar el análisis fílmico, abandona la biografía y por tanto cualquier tentación de pedagogía para recién llegados. Es cierto que según avancen las películas aumentan las notas sobre su vida. Porque hasta el mismo Lanzmann lo hace en su cine: ahí está Napalm (2017), que a veces provoca vergüenza  como reflejo de lo que Sucasas califica atinadamente de "donjuanismo". Lo mismo ocurre con Las cuatro hermanas (2018), su serie de televisión  de cuatro episodios en los que da voz a supervivientes femeninas; las mujeres no aparecían en sus filmes precedentes sobre el exterminio, y eso le había granjeado numerosas críticas. Todas estas contradicciones de un creador que por su rotundidad en el discurso solo entendió el "contigo o contra mí" están enumeradas por Sucasas, al que sin embargo se le escapa reflexionar sobre el estilo de  montaje, que, obviamente partía de él pero que contó con colaboradoras. Esencialmente, Ziva Postec, que fue quien examinó, sistematizó y dio forma durante seis años a 350 horas de entrevistas a testigos del horror.

Porque Shoah - que en hebreo significa catástrofe- es un documental único. Sin menospreciar el valor de cada uno de sus 566 minutos y de la apuesta por no usar imágenes de archivo, por dar voz y relevancia a los testigos y a las víctimas, hacen más discutible su método. Lanzmann nunca lo calificó de inocente ni de objetivo: manipuló lo que quería a la búsqueda de, como dice Sucasas, "el mandato principal de la tradición judía: el de su propia preservación, y así incorpora (al público") a la cadena de transmisión.

Gregorio Belinchón. Babelia. El País, sábado 5 de noviembre de 2022

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