En el centro de esta viñeta plácida, la escritora fuma y ríe. Sorprende que tenga poco que ver con el estereotipo misógino de mujer iracunda al que la siguen sometiendo sus detractores. Cabe decir que cada vez son menos. En Francia pasó de ser una enemiga pública con sus primeros libros, como Fóllame o Teoría King Kong -que la convirtió en icono feminista cuando eso todavía era algo parecido a una injuria-, a una vaca sagrada como demuestra la recepción de su nuevo libro, Querido capullo. En él habla de la amistad epistolar entre una actriz de culto en horas bajas y un escritor acusado por el Me too, respecto al que la autora exhibe una sorprendente simpatía. Llegará España en septiembre de 2023 de la mano de Randon House. Antes, la misma editorial acaba de recuperar Apocalipsis bebé, un libro de 2010 que permanecía inédito en castellano, mezcla de sátira social, romance lésbico y thriller barcelonés -vivió tres años en la ciudad catalana, donde sigue pasando temporadas-, que arranca con la desaparición de una adolescente problemática.
P.- Antes la odiaban y ahora es una escritora de consenso, ¿Cómo explica ese cambio?
R.- Es una cuestión de antigüedad. Para los lectores de 35 años, he estado aquí casi durante toda su vida. Llega un día en que puede que gustes o que te odien, pero ya no te ponen en duda. A mí me pasa lo mismo con los autores que siempre han estado ahí...
P.-Hay otro factor: sus combates han pasado de la periferia al centro del debate social.
R.- Sí, me he beneficiado indirectamente de que el feminismo se haya convertido en un asunto central. Hace 20 años mi posicionamiento era infrecuente, así que supongo que me estoy cobrando un rédito, Creía que este libro me pasaría factura, pero ha sido muy bien recibido, como apunta usted.
P.- No han llegado protestas ni de sus detractores habituales ni desde el feminismo, que podría haberse molestado por el protagonista de Querido capullo, un acusado de acoso sexual al que usted humaniza.
R.- Tenía miedo de que hubiera reacciones violentas de las feministas que me hubieran parecido legítimas. Supongo que se ha entendido que en ningún caso es una crítica al feminismo ni una manera de decir que el movimiento ha ido demasiado lejos. Escogí a ese protagonista porque me interesaba ponerme en el papel del culpable, en el sentido de que me reconozco en quienes tienen algo que reprocharse.
P.- ¿Ha estado usted en su lugar?
R.- ¿He sido excesivamente violenta en ciertas interacciones? Sí. ¿Me he comportado de forma desequilibrada en el ámbito privado en el contexto de una ruptura sentimental? También. No tengo la sensación de haber hecho nada mal, pero no sé que pasaría si alguien me reprochara un acto que cometí hace varias décadas. A los 53 años, llega el momento de hacer balance, de preguntarme cual ha sido mi responsabilidad en ciertas situaciones.
P.- Hace años defendió en una tribuna de Libération, la ruptura del diálogo con quienes no lo merecen. "A partir de ahora, nos levantamos y nos piramos", escribió. ¿No es este libro una marcha atrás?
R.- Escribí esa tribuna en un contexto determinado: la concesión del César al mejor director para Roman Polanski. Me dirigía a los miembros de la Academia del Cine francesa y no a Polanski. Por otra parte, no creo que su situación sea comparable con la de mi protagonista, que no es un hombre poderoso y que no ha sido acusado de violación. Quería hablar de esos hombres que han perdido su trabajo por haber hecho auténticas tonterías, que han cometido errores, pero no creo que merezcan la muerte. Son hombres que todos tenemos alrededor: vivimos con ellos, son amigos nuestros, trabajamos a su lado.
P.- Aun así, en vista de su discurso en los últimos años, ¿no cree que es contradictorio escoger a un protagonista como ese hombre?
R.- No tengo ningún problema con las lesbianas radicales que no quieren tener nada más que ver con los hombres porque yo nunca defendí el separatismo de género. Primero porque pragmáticamente no me parece factible. Y, segundo porque no creo que sea deseable ni que lo vaya a solucionar todo. En mis novelas ha habido otros protagonistas hombres. Además, me gusta generar cierta incomodidad cuando escribo. Creo que es un buen lugar para hacerlo. Escribir sobre una lesbiana radical no me genera el mismo malestar que meterme en la piel de ese hombre...
Álex Vicente. Babelia, El País, sábado 22 de octubre de 2022.
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