martes, 15 de noviembre de 2022

Picasso y Julio Gonzalez, padres de la escultura abstracta

Con el sillín y el manillar de una vieja bicicleta, Pablo Picasso (Málaga, 1881-Mougins, 1973) realizó Cabeza de toro (1942), una vanitas, género que reflexiona sobre la fugacidad de la vida, con la que quiso homenajear a su gran amigo Julio González (Barcelona, 1876-Paría, 1942, fallecido repentinamente a los 66 años. Con la capital francesa ocupada por las tropas alemanas, fueron muy pocos los asistentes al funeral: los familiares mas allegados y dos amigos artistas, Pablo Picasso y Luis Fernández. Cabeza de toro es la pieza elegida para comenzar el recorrido de la exposición Julio González, Pablo Picasso y la desmaterialización de la escultura, que se puede  ver hasta el 8 de enero en la fundación Mapfre.

Con más de 170 obras, entre esculturas, pinturas y dibujos, esta exposición es un homenaje póstumo al historiador e investigador Tomás Llorens (fallecido en junio de 2021), quien junto a su hijo Boye Llorens Peters fue el comisario de esta muestra. La tesis que Tomás Llorens desarrolla en la exposición es el resultado de años de trabajo centrados en la colaboración artística de Picasso y González. Casilda Ybarra, conservadora de arte plásticas de la Fundación Mapfre, explica que esa tesis demuestra que la manera de ambos de trabajar el metal iba a tener una gran influencia en la producción artística de las décadas centrales del siglo XX. Gracias a ellos se llegó al nacimiento de la escultura abstracta, el equivalente escultórico del expresionismo abstracto y del informalismo.

La idea de colaborar surgió de Picasso, a quien un comité de expertos le había pedido la realización de un monumento conmemorativo dedicado al poeta francés Guillaume Apollinaire. Pasaron diez años desde que se produjo el encargo hasta que al artista se le ocurrió la idea de construir una jaula de hierro "con una profunda estatua de nada, como la poesía, como la gloria", escribió en referencia a un pasaje de Le poète assassiné, una novela más o menos autobiográfica del escritor en la que el protagonista anunciaba su muerte, cuenta Casilda Ybarra. Plasmar esa pieza con nada dentro se convirtió en un gran desafío. Picasso piensa entonces en una jaula porque, según escribe Tomás Llorens en el catálogo, "las jaulas dan forma al aire. Lo encierran sin encerrarlo, porque no hay nada más libre que el aire de una jaula".

La exposición traza la historia de ambos artistas por separado y juntos y reconstruye los contextos históricos y artísticos por los que se movieron. Para situar al visitante se recuerda que Julio González y Pablo Picasso se conocieron en Barcelona a finales del siglo en el contexto del modernismo tardío. En las cartelas se cuenta que, en ese tiempo, la ciudad fue escenario de distintos debates que tuvieron un fuerte impacto en sus respectivas trayectorias. Es también un tiempo en el que se empieza a cuestionar la difusa línea que separaba las bellas artes y las artes decorativas, con el consiguiente renacimiento de las segundas, en especial, la forja del hierro. En esos momentos los oficios ligados  a la construcción y acondicionamiento de interiores están viviendo una expansión animada por el auge  de la arquitectura modernista...

Ángeles García. Madrid. El País, martes 4 de octubre de 2022

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