Hasta ahora el principal lugar de memoria del pensador en Port-bou ha sido el Memorial Walter Benjamin del artista Dani Karavan. Entrar en ese espacio metálico y descender las escaleras que sitúan al paseante frente al mar "que es el morir" invitan a transitar por el abismo que precede a la desaparición. Se palpa el fin del espíritu. La desaparición de un pensador que simboliza la agonía de una civilización -la diáspora intelectual judía por la Europa que muere con la Segunda Guerra Mundial, la que subirá al escenario en la ópera de Ros Marbá-. Y se intuye la disolución de una era. La desaparición de una ciudad -Portbou- dos veces borrada de la historia y al fin olvidada porque la memoria de lo que fue ha ido difuminándose entre el descuido y la incuria institucional.
Durante el último tercio del siglo XIX la ciudad se consolidó en torno al símbolo de la modernidad industrial: una estación de tren en cuyas vías España conectaba con Europa. Su motor de desarrollo eran la frontera y el tránsito de mercancías, una fuente de riqueza que mal que bien resistió hasta la entrada de España en la Comunidad Económica Europea. El máximo esplendor de Portbou había transcurrido durante el primer tercio del siglo XX. En 1930 rozaba los 4.000 habitantes. De ese momento quedan ruinas. Porque esa ciudad empezó a terminar un día concreto. A las seis de la mañana del 15 de febrero de 1937. Seis aviones del ejército nazi bombardean Portbou siguiendo órdenes del ejército franquista. Será el primero de 52 bombardeos, según el historiador Luis Castelló. Las vías de comunicación entre Francia y la España republicana quedan cortadas.
Es el Portbou de casetas de la guardia civil y tanquetas en el monte, búnkeres en la playa, pasillos secretos bajo las vías para huir. A esa ciudad llegó Benjamin huyendo. En la proyectada Casa Walter Benjamin, una exposición permanente se dedicará a esta última travesía.
El 14 de junio de 1940 Benjamin huye de París tras la ocupación nazi. Carga maleta y enfermedad mientras la democracia colapsa en el continente. La portuaria Marsella era uno de los núcleos clave para la fuga a los EEUU. Uno de los alfiles de esas operaciones era el norteamericano Varian Fry. No tenía documentación en su consulado para cruzar la frontera y estableció contactos para disponer de rutas de escape. A su organización se vinculó el matrimonio antifascista alemán de Hans y Lisa Fitkko, en el pueblo de Banyuls-sur-Mer. Ellos organizaron travesías a pie. Llegar a Portbou y, desde España, pasar a Portugal para cruzar el Atlántico. En uno de esos grupos estaba aquel hombre de 48 años.
A diferencia de lo ocurrido con anterioridad, las autoridades españolas les amenazaron con devolverles a Francia. Se quedan en ese espacio oscuro que siempre son las fronteras para quienes han perdido la patria. Benjamin se siente condenado por la historia. Decide suicidarse.
Así se deducía del certificado que el doctor firmó a las 22 horas del 26 de septiembre de 1940. Esa versión acaba de ser problematizada por Santi Vancells en Una veritat difícil. Su hipótesis, a partir de la documentación de esas horas críticas, es que no se suicidó. En la factura de la fonda constan cuatro visitas de un médico con administración de inyecciones, toma de presión arterial y dos sangrías. El tratamiento costó 13 pesetas, los honorarios al doctor Vila ascendieron a 75 pesetas, Vancells sostiene que la sangría no obtuvo el efecto deseado y se le habría administrado morfina para apaciguar dificultades respiratorias. Tampoco funcionó. Parece poco probable que la causa de la muerte fuese una hemorragia cerebral, según él, pero así se certificó. Nadie es culpable, solo Benjamin. Suicidio. Caso resuelto.
Jordi Amat. Portbou. El País, domingo 6 de noviembre de 2022.
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