"Pienso en la historia narrada en este libro como una contrahistoria: una historia de innumerables pequeñas explosiones y divergencias, esfuerzos sorprendentes para encontrar la puerta de salida, casi siempre condenados al fracaso", explica Berger desde Estados Unidos, "es importante recordar estos proyectos porque nos hacen tener presente que existen posibilidades de un mundo diferente al acecho tras cada esquina".
El grupo más seminal de toda esta historia, a partir del cual todo estalla en todas direcciones, es la Internacional Situacionista, capitaneada por Guy Debord. Ahí están muchas de las ideas que afloran aquí y allá en este hilo: la superación del arte, la crítica de la vida cotidiana, la abolición del trabajo, la preocupación por lo urbano (por ejemplo, mediante la deriva psicogeográfica) o el détournement (desvío o tergiversación). El espectáculo debordiano, esa forma de capitalismo transformado en seducción e imagen, apartado de la vida autentica y la participación de la ciudadana, es frecuente dardo de la crítica. "Yo diría que Dadá planteó una pregunta y el situacionismo la respondió, y esa respuesta fue polifónica e incontenible", dice Berger.
¿Por qué ha sido tan influyente el situacionismo? "Por la alienación", explica el autor, "el situacionismo se esforzó por actualizar la condición de alienación, diagnosticada por el gran sintomatólogo Marx, en el contexto del capitalismo fordista avanzado, siempre teniendo en cuenta las corrientes artísticas y marginales. Esa combinación distinta fue lo que lo hizo tan potente". Algunas de las influencias más inmediatas del situacionismo fueron el Mayo del 68 francés o el movimiento autónomo italiano de los setenta, donde a su vez, se inspiraron las radios libres y las ocupaciones de fábricas, universidades o centros sociales...
¿Impactan estos movimientos en la política real o son un mero entretenimiento para sus participantes? Berger los compara con los socialismos utópicos tradicionalmente despreciados por los marxistas. "Eran proyectos rebeldes y con los ojos muy abiertos que buscaban transformar fundamentalmente el mundo sin tener en cuenta la base histórica y el movimiento de mayores desarrollos sociales", explica el autor. Una crítica correcta pero insuficiente. Incluso los más utópicos tuvieron un "núcleo racional", opina Berger, y dieron voz a los contrapoderes y las contranarrativas que apuntalaron las grandes olas revolucionarias del siglo XX. "Deberíamos verlos como partes fundamentales del desarrollo histórico que nos hablan de los tiempos en los que surgieron , de las posibilidades latentes dentro de ellos y de la dirección general en la que se movía el "movimiento real", concluye el autor.
Sergio C. Fanjul . Babelia. El País 4 de marzo de 2023.
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