P.- ¿Qué sucede cuando se rompen los vínculos entre dos personas? ¿Sabemos romper una relación?
R.- Creo que no lo suficiente. La frase estándar "No eres tú, soy yo" expresa precisamente eso. Intuímos que las rupturas son una herida narcisista importante, pero no sabemos muy bien como abordarlas. La ruptura es lo opuesto al reconocimiento de Honneth (la teoría del reconocimiento de Axel Honnet habla de cómo el individuo se desprende de su yoísmo para reconocerse en el otro y llegar a construir una identidad plena, con reciprocidad). Es decirle a alguien que no lo quieres o que no lo amas lo suficiente. A menudo se toma como una declaración sobre nuestro valor o, más bien, nuestra falta de valor. Romper, por tanto, nos enfrenta a esta pregunta ética: ¿qué decirle a alguien a quien nuestra falta de deseo le va a hacer daño, a veces de forma muy importante, incluso de forma duradera? Algunos se preocupan y otros hacen ghosting, un fenómeno que se ha vuelto muy importante y que consiste en desaparecer sin dar una explicación. Sin hacer el esfuerzo de explicarse. Este es el resultado de la gran cantidad de relaciones que acumulamos, de que muchos tengamos un gran número de parejas y, sobre todo, del hecho de que somos libres de irnos sin ser castigados. Todo esto fomenta las rupturas.
P.- En una sociedad tan hiperconectada como la actual, ¿Cuánta libertad tiene las mujeres para elegir pareja? ¿Siguen funcionando los círculos sociales que eran tan marcados en siglos anteriores?
R.- Hay que diferenciar entre las mujeres que quieren una pareja estable, una familia, y las que no quieren matrimonio ni familia ni pareja monógama. Haré una diferencia entre las mujeres que se inscriben en ese modelo, llamémosle tradicional y las que viven fuera de ese esquema. Las que encajan en ese patrón clásico están más dominadas que las otras. Los hombres, por su parte, tienen la capacidad de ser los que no muestran sus emociones inmediatamente, aquellos cuyo deseo debe de ser descifrado. Hoy todo esto sucede porque los hombres eran los que realmente elegían, eran los que tenían que decir si estaban o no dispuestos a comprometerse. Esa asimetría se mantiene fuertemente.
P.- Entonces, ¿Qué ocurre con la capacidad de elección de las mujeres?
R.- Todavía hay muchos códigos que la restringen enormemente, por ejemplo, sobre quién puede tomar la iniciativa. El deseo mismo está estructurado por la relación de poder, porque cuando consultas libros de consejos matrimoniales o sexuales sobre cómo conseguir y mantener a un hombre, cómo hacer que tu relación funcione, siempre se presupone que le toca a la mujer usar trucos para hacer que él caiga en sus redes. Estos libros aconsejarán a las mujeres que se contengan, que no expresen su deseo, que no se excedan. Una mujer que muestra demasiado su deseo ha perdido al hombre...
P.- O sea, en las relaciones entre el hombre y la mujer parecen haber desaparecido las normas pero los roles tradicionales siguen vigentes, lo que genera una incertidumbre permanente. ¿Hay forma de adaptarnos?
R.- Sí, asumiendo la libertad de los encuentros sexuales como tales, que no son necesariamente el inicio de una relación que se proyecta hacia el futuro y que tendrá su propia lógica y su propia dinámica. El encuentro sexual es algo donde las dos partes se reúnen para el placer sexual y que no tiene que tener reglas para pasar a otra forma de relación. El encuentro sexual tiene sus propias reglas, por supuesto, pero no son compatibles con lo que se llama una relación a largo plazo. No hay reglas para comprometer la identidad de otra persona. Entonces, ¿podemos encontrar reglas para que los jóvenes reduzcan la incertidumbre de esta negociación que tiene lugar cuando dos personas se encuentran? No lo creo. La libertad como nos han enseñado los existencialistas, viene con la incertidumbre. Creo que tenemos mucho que aprender sobre la libertad, y eso es lo que se le pide a las mujeres que hagan al asumir la gestión de sus propias incertidumbres. Hoy no tenemos ninguna posibilidad real de reducir la incertidumbre. Más bien debemos crear las condiciones psíquicas que nos hagan tolerarla. También creo que los jóvenes se están adaptando cada vez más a estas condiciones. Por eso es más difícil formar vínculos, porque la incertidumbre nos hace marcharnos de una relación más rápido o no permite el compromiso.
¿Entonces no hay escapatoria?
No, porque la libertad radical del otro significa que puede irse en cualquier momento. Así vivimos hoy, no podemos volver atrás. Una mujer y un hombre deben ser, en principio, libres de irse en cualquier momento. La cuestión consiste en ser conscientes de si estamos en una relación que en todo momento nos exige enormes recursos psíquicos o no. Yo lo plantearía así:¿tenemos que analizar mucho o hay cierta simplicidad en esta relación? El amor entre dos seres debe imponerse, ir solo. En ausencia de reglas no es necesario que las relaciones te pidan demasiados esfuerzos psíquicos, ni demasiados recursos psíquicos, ni demasiados subterfugios. Vemos demasiado a menudo que las mujeres deben constantemente ser astutas con la psicología masculina. Para mí es una forma de sumisión, es una relación de poder. Estamos en el amor cuando se abole la relación de poder entre dos personas. Si hubiera una regla, yo diría que es confiar , sin renunciar nunca a la dignidad y al sentimiento de profunda igualdad con el otro. Es decir, que podamos expresar nuestro deseo. Cuando hay incertidumbre, la forma de vencer es ser los primeros en confiar. La confianza es un asunto sociológico fascinante . Confiar consiste en abandonar el miedo al daño o a la traición...
Isabel Valdés. El País Semanal, 3 de marzo de 2023
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